sábado, 29 de agosto de 2009

Lamentable, Caparrós


Ricardo Moura es autor de "Opiblog"
Caricatura: Bob Row

“Yo detesto el deporte nacional del péguele a Cristina”, dice Caparrós en Crítica —después de haber empezado con “La presidencia de Cristina Fernández de Kirchner es una desgracia para las mujeres argentinas”—.

Veamos un poco lo que dice este intelectual mediático que supo ser (o decirse) “progresista”:

“De hecho, me parece que ella ya se pega suficiente cuando pierde la lengua: cuando compara los goles con los muertos, famosamente, por ejemplo. Así que preferiría no sumarme al coro fácil, pero es cierto que su presidencia acabó con años de avances en la condición de la mujer en la Argentina”.

—¿En serio, Caparrós? ¿Con cuáles “años de avance” acabó?

“Para empezar, la imagen. Cristina Fernández usó su condición de mujer desde el principio: cuando se lanzó en campaña uno de sus argumentos centrales era que por primera vez los argentinos elegiríamos a una presidenta. Elegir a una mujer ya era, en sí mismo, un signo de progreso, postulaba. Aunque no esté tan claro”.

—¿Cómo que “no está tan claro”? ¿Que se haya elegido para la Presidencia a una mujer, en un país machista en el cual hace poco más de medio siglo ni votar podían, no es un progreso claramente?

“Es curioso lo que pasa con las mujeres cuando llegan al poder: nada. Quiero decir: nada que las distinga demasiado de los hombres en el poder”.

—Ajá. ¿Y eso es algo malo por definición? ¿Cómo deberían “distinguirse”? ¿Por qué deberían distinguirse? ¿Muy difícil, para usted, distinguir (valga) que precisamente en el reconocimiento de NO ser distintas en cuanto personas, es que está el avance?

“Se diría que, en esa frase, lo importante es “el poder”, no el sexo de quien lo ejerce. En las últimas décadas, desde que empezaron a encabezar gobiernos, parece como si la mayoría de esas mujeres se hubieran propuesto desmentir cualquier atisbo de sospecha de posibilidad de acaso imaginar que su condición femenina las haría más débiles –menos capaces de poder con el poder– y se convirtieron en superhombres: Margaret Thatcher es el caso emblemático, pero también Golda Meir o Benazir Bhutto o Angela Merkel. Son mujeres que intentaron demostrar que, en el poder, ser mujer no significa casi nada”.

—Justamente. Pero a usted le parece mal, es de suponer. Claro que el "casi" no es menor, (veremos más adelante).

“Contra cualquier postulado de que lo femenino podía ser diferente, contra aquel discurso que sostenía que los que habían hecho la guerra y la injusticia y las sombras del mundo eran los hombres, ellas contribuyeron a la idea de igualdad de géneros: que una mujer puede ser tan inclemente como el más inclemente de sus conciudadanos”.

—Buenos ejemplos nos ha dado: completamente opuestos a Cristina, que ha demostrado poder ser tan “clemente” o más que su marido, no reprimiendo ni bajo feroces ataques que paralizaron el país, cuando todo el derecho le asistía. ¿Eso nada le dice de “los K”, Caparrós?

[corto güiri-güiri irrelevante]

"Argentina fue el primer país del mundo en tener una presidenta: la viuda de Perón, mujer atosigada. Y seguramente fue el primero en tener dos, pero el problema es que la segunda también es la señora de.

—La que decían que era ella quien mandaba cuando él era el presidente, ¿no? ¿También piensa que la “señora de Duhalde”, también senadora —ésta sí, quizá por obra y gracia de tener marido—, tiene el “problema” de ser “señora de”? Si lo piensa, no lo he oído.

“Yo siempre había pensado que Cristina Fernández tenía por lo menos tanta preparación y tanta historia política como su marido –y que, por lo tanto, su aparente condición de reina consorte era un error y un prejuicio. Pero ella se empeñó en desmentirme”.

—¿En serio? ¿Cómo? ¿Demuestra no saber hablar, no tener ideas claras, no saber qué hacer ante crisis internas o importadas, ni ante derrotas y “presiones”? ¿No tiene “recursos"? La verdad, me está cansando, Caparrós, sigo por inercia…

“Desde el primer día se dedicó a subrayar su papel de débil mujer –débil porque mujer–: “Sé que tal vez me cueste más porque soy mujer, porque siempre se puede ser obrera, se puede ser profesional o empresaria, pero siempre nos va a costar más”, dijo, en su discurso inaugural y, como suele, después lo repitió hasta el atracón”.

—¿Y no es la verdad? ¿No es esta misma nota suya, titulada “Esta Mujer”, la prueba de la infamia? “Esta Puta” le faltó poner para estar a tono con la oposición cacerolera. Pero lo que usted hace es tergiversar: No se desprende de eso, ni creo que sea lo que la Presidenta haya querido dar a entender, que el ser mujer fuera más difícil "por ser débil” —y aquí viene lo del "casi"—, sino que anticipaba que, por serlo, iba a sufrir ataques mucho más viciosos, lo cual hace rato ha quedado demostrado, y esta nota suya confirma plenamente.

“Era un poco irritante: en la Argentina hay millones de mujeres que se hacen cargo de sus casas, de sus hijos, de la subsistencia de sí mismas y de muchos más –y demuestran ser mucho menos débiles que sus hombres. Pero parecía que Cristina Fernández lo decía para subrayar su fuerza de mujer. En cambio, al poco tiempo, resultó una profecía autocumplida: su imagen empezó a sintetizar lo peor de lo supuestamente femenino –lo más bruto del prejuicio machista– cuando la presidenta se convirtió, para la opinión mayoritaria, en instrumento en manos de su hombre”.

—¿Uh?? ¿”Instrumento en manos de su hombre"? Vaya, si eso no es una expresión puramente machista vacía de contenido y fundamentos, diga usted qué carajos es, Martín —como ve y no lo disimulo, la verdad, ME IRRITA—. Especialmente porque usted, periodista bien conocedor de los manejos de los medios, debe saber más que bien lo que significa que los mismos se arroguen conocer —o hablar en nombre de— “la opinión mayoritaria”

“No hay –no se me ocurre– un retroceso mayor para la situación de las mujeres argentinas que el hecho de que una de ellas haya llegado a la situación de más poder posible –de mayor emancipación posible– sólo para caer en el mayor lugar común: la dependencia, la sumisión al poder de su marido.

—¡No va más, Caparrós, ésos no son más que infundios, habladurías malintencionadas sin ningún sustento! Harto estoy de quienes hablan como si durmieran en la misma cama CON los Kirchner.

“Es, como mujer –como imagen de las mujeres argentinas–, un fracaso espantoso”.

—Lo dije, no va más, no lo aguanto más, ni pienso seguir torturando lectores con sus pelotudeces e inventos. No vale la pena. Quien quiera, que lea sus “conclusiones” en ese pasquín vendido a la derecha en que usted vocea sus aires de gran intelectual y aún nos quiere hacer creer que es “progresista”. Aquí no le dedico más espacio. Pero ACLARO, eso sí, que yo sí lo he leído hasta el final, y veo que dedica los últimos párrafos a tirarse (aún más) contra ella por estar en contra del aborto “por ser católica y por convicción”. Tema en el cual yo NO estoy de acuerdo con Cristina —pero demuestra, precisamente por lo que usted señala, la diferencia obvia con la gestión y convicciones del marido—. Lo cual significa que sus afirmaciones anteriores (”instrumento en manos de su hombre” válgame Dios aunque sea ateo) son exactamente lo que digo: pelotudeces sin fundamento alguno, pero MUY malintencionadas, destinadas a estupidizar aún más a los estúpidos. Se contradice solito, Caparrós. No joda, váyase de vuelta a su columna, —la del diario o el pedestal griego de mármol desde el que habitualmente pontifica—.

Yo ayer, en la conferencia de UNASUR, vi a una GRAN estadista. MEJOR que el marido —y eso que él también me cae muy bien—.

4 comentarios:

Pomez dijo...

No lo puedo creer de Caparros, el autor de la biblia progresista (La Voluntad).
Me quedan dudas si el trasnformismo político va por ideas o por guita.
Si él puede dormir tranquilo igual está todo bien

Anónimo dijo...

Yo entiendo que el periodismo vive haciendo crítica, pero cuando un periodista no forma parte de un proyecto, o sea no le dan trabajo desde el goberno, se considera atacado como Eliaschev. El odio que le tiene al gobierno es de origen personal.

Comandante Cansado dijo...

Es una vergüenza. Le dispensa un trato diferente por ser mujer. Es otro ejemplo patético más de exigirle más cosas a un miembro de una minoría (en este caso, minoría de derechos). Y es una prueba de que Caparrós no tiene nadie que le lea lo que escribe. Pobrecito el ombliguista.

Eva Row dijo...

Además, se cae de maduro que es un comentario sexista, porque nadie le dijo a los varones de nuestro país que Menem los hizo quedar mal. A mí Isabel Perón no me hizo quedar mal, yo no tuve nada que ver con ella.

Por otro lado, si no fuera por esa visión sesgada, se podría ver a Cristina magnífica, entera, sólida, con una fortaleza increíble para soportar sin inmutarse el maltrato que se le da en todas las instancias, a pesar de ser mujer, un maltrato sin discriminación de género.