miércoles, 26 de mayo de 2010

Pensar el Bicentenario el día después.

Más allá de la anécdota de la Celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, las diferentes interpretaciones y significados que se le atribuyen a estos actos festivos, nos permiten entrever, no sólo el modo de apropiarse del pasado, sino como se imagina el futuro.Se ve claramente un “Bicentenario” atado furiosamente a la nostalgia del “Centenario” y los Poderosos quisieron celebrarlo a su manera, haciendo rancho aparte, en la certitud del modelo de Nación que dominaba a principios del siglo pasado.

Las tres columnas de los Pueblos Originarios que invadieron pacíficamente la ciudad de Buenos Aires, para hacernos recordar cuanto todavía la República les debe. Ellos todavía no tienen nada que celebrar, o al menos muy poco: una Presidenta que los recibe y escucha, algo impensable cien años atrás.

Veo el Bicentenario desde este horizonte lejano. Aquí viví otro Bicentenario, el de la Revolución Francesa que tanta influencia tuvo en las ideas que animaron la Revolución de Mayo. Y confieso que más que certitudes tengo dudas. Siempre desconfió de las palabras que anteponen la distancia para descalificar un punto de vista, como le huyo a las palabras que aseguran con contundencia la verdad en la distancia de la Historia. Las unas miden la distancia entre dos puntos del espacio, las otras la distancia que nos impone el tiempo. Para decir qué vemos en la brumosa línea del horizonte, cuando ya no existen testigos vivos, poco importa nuestra ubicación geográfica. Simplemente nos guiamos por la persistencia de las ideas. La celebración del Bicentenario puede vivir por la fuerza simbólica que le atribuye cada ciudadano, es un espacio de confrontación política y no la visión de un pasado, sino de los valores desde los cuales concebimos el espacio común que se habita, La República.

Nadie discute la preeminencia de La República, de su legitimidad, pero no todos ponen en ella los mismos valores. Las minorías oligárquicas desde sus siempre bien afilados y arteros sofismas la niegan en aquello que le da vida, la Libertad. En sus bocas, es un cadáver vacio que no dudaron en hacer desaparecer.

De la misma manera no todos consideran por igual los símbolos patrióticos. Pertenezco a la generación, que por una de esas perezas que tiene el espíritu, llaman la de los setenta. Como muchos de mi edad soy muy poco “patriotero”. Siempre le desconfié a los símbolos, poco me siento identificado con ellos, porque bendecidos, junto a las armas que acometieran Genocidios, Crímenes de Guerra e innumerables masacres sistemáticas, por tipos de la calaña de un Christian Von Wernich, que aún goza del privilegio de impartir los santos sacramentos (sin que a Monseñor Bergoglio se le mueva un pelo de la ceja) son sudario de tantas atrocidades.

Pero la reflexión en el Bicentenario también se impone. Antes veía como un cuentito para infantes el relato de la creación de nuestra Bandera Nacional. Hoy me gustaría saber que fue así, creer en esa historia por la potencia de la metáfora que encierra, que por tan repetida y vapuleada perdió todo su sentido. Dar por cierto que Don Manuel Belgrano, hombre de leyes y por fuerza de las cosas improvisado General de la Nación, se inspiro en nuestro desvanecido y deshilachado cielo para crearnos la bandera es un bello presente. Que manera tan fuerte de decirnos que el cielo es uno solo, el mismo que nos cubre a todos por igual, sin ninguna distinción del mismo modo que el proyecto de República que le animara, junto a otros. (Usted lector, complete la lista de Compañeros). Una Patria de hombres libres, iguales en derecho y condición, sin distinción de orígenes, creencias religiosas o color de piel. (“Los hombres nacen libres y permanecen iguales en derecho”)

Este es el primer legado de Mayo, quizás el segundo, a mis ojos, es la Emancipación. Prefiero ésta palabra, a la palabra libertad, ya que como la historia de la bandera, la interpretamos como una fábula para hacer dormir los pibes. En su nombre cuantos Crímenes sin Justicia. Por el contrario, la Emancipación es una tarea de largo aliento, una lucha que nos convoca profunda y fraterna, siempre tendremos algún muro para derribar.

La hija legítima de la Revolución de Mayo fue la Asamblea del año Xlll. En ese punto se plasma claramente su legado de futuro: Abolición de la Esclavitud, reafirmación de los Derechos Ciudadanos y el acto simbólico por excelencia, la quema y destrucción de los instrumentos de tortura que hoy toma toda su significación histórica, aunque convengo que sigue presente. Las herencias se asumen con sus beneficios y sus deudas. En el legado de Mayo encuentro motivos para celebrarlo como el primer impulso de una Emancipación incumplida, pero, como antes decía, es una tarea que no tiene reposo e implica una cierta idea de la República.

Ernest Renan, uno de los arquitectos de la Tercera República Francesa, la definía de la manera más simple y clara, como “la voluntad de vivir juntos”. Hagamos hincapié en la palabra voluntad, para pagar nuestras deudas.

De mi punto de vista son dos, erradicar la Miseria, para que no sea más que un mal recuerdo. Es un Minotauro que se alimenta de nuestros niños, de la humanidad que nos esforzamos en discernir en nuestros semejantes, acuciados por el hambre, sin amparo, sin trabajo y la más de las veces sin techo.

La segunda es con “nuestros paisanos los indios”. Los Pueblos Indígenas, aquellos que sufrieron el saqueo colonial y que la República del Centenario se encargo de terminar. Igual perduraron, en la casi indiferencia, al margen de la “comunidad nacional instituida”. Con una grandeza de espíritu, que nuestra cultura desconoce, marcharon con sus banderas, las propias y la celeste y blanca, pues su memoria no olvidó a Belgrano. Marcharon a la Plaza, para decirle a la Presidenta que ellos también son Argentinos, aunque la República todavía no los halla acogido en su girón.

No me gusta usar la palabra Originarios para designarlos, pues no es cambiando el modo de llamarlos, que podremos borrar el menosprecio, la discriminación, el sometimiento, las arbitrariedades, en suma su negación en tanto que sujetos de derecho. El lenguaje políticamente correcto encubre una hipocresía que no quiere decir su fondo, que es desestimar el Pensamiento, su visión del mundo. En realidad, ocultan, “el cosa de cholos”, el “cosa de negros”,”Pachamamismo”. Racismo puro y simple, ideología de genocidas.

Sin embargo este país no es el mismo del que nos impusieron hace cien años. Nuestros Pueblos nunca se sometieron y hoy vislumbramos la posibilidad de una Patria para Todos, en un camino que no nos cueste sangre. Acostumbro a denostar bastante nuestra clase política, pero tengo que reconocer: la Política de Derechos Humanos esta muy cerca de ser una Política de Estado, mal le pese a algún oportunista y al Gorilaje Masacrador. La Asignación Universal por Hijo, tuvo pocas críticas, salvo una canaleta que le creció a algún Senador en su velludo pecho. Ni siquiera “los setentistas” pensábamos en nuestra época en el Matrimonio sin distinción de sexos. También hoy, a pesar de la vorágine campera de la 125 y el machacar incesante del Partido Mediático, nuestras volubles clases medias se van rindiendo a la evidencia que el Gobierno no nos lleva a un 2001, con corralitos y muertos en la Plaza.

Para concretar una República, social y fraterna habrá que reconstruir las estructuras del sistema. Apuesto a la Democracia, que se impuso como una evidencia, a pesar de tantos escollos, derivas y el empeño apenas soslayado de los Poderosos por reducirla a meros formalismos donde el pueblo está ausente. Si el Estado quiere impulsar Políticas Sociales, que sean Políticas de Estado, es decir que perduren más allá del color de un Gobierno, tiene que universalizar la forma de distribución como lo hizo con la asignación por hijo, si se quiere verdaderamente erradicar la Miseria. Por eso hay que impulsar la participación de las organizaciones sociales, sin trabas burocráticas, sin “punteros” que “distribuyan” a “clientes”. Del Estado al Ciudadano.
Recuerdo las palabras de Don Ernesto Sábato, aquí en Paris, cuando el Partido Militar negociaba su retirada y cito de memoria lo que nos dijo en una reunión informal: “Muchachos, la Democracia es un sistema gris, pero no existe otro mejor”. Adivinaba nuestro escepticismo en valor ético que podían tener aquellos que no enfrentaron el brazo armado de la Oligarquía, de los que muchos fueron cómplices por su silencio o por su acción. “Un Estado de Derecho” fue la promesa que recién desde hace unos años se perfila en el horizonte de lo posible, pues cuando atamos la Democracia únicamente a sus formas, se nos escapa su espíritu.

La Democracia hoy no peligra, no imagino un Golpe de Estado, pero apostar a subvertir el orden de los Poderes, ahogar al Ejecutivo es tirarse una granada en los pies. Tantos y tan convencidos demócratas recuerden el interinato de Guido, “destituir”, no respetar los tiempos electorales es abrir la puertas a cualquier aventura.
La línea de horizonte que podemos vislumbrar, no es seguramente, la tilinga farsa del Colón, más nos tiene que preocupar los dos Tedéum. De una vez por todas debemos reafirmar el carácter Laico de la República. El Estado no puede tener Religión oficial. Las creencias religiosas pertenecen a la esfera privada de los individuos. Y esta será la única manera posible, que la Iglesia Católica, o cualquier otra Confesión, deje de ser un factor de Poder. Se jura por la Constitución, única biblia del Ciudadano, pues nunca pierde el derecho de reformarla.Preguntémonos, si ésta es la República que queremos, si no será necesario Refundarla. Entregarle otra Identidad Política y Social.

Decía Refundar la República, pero esta formula también pierde su sentido por estar tan trillada. Ya tuvimos muchas “reorganizadores nacionales”. Volvamos al año Xlll, plantemos los pies en ese mojón, saltemos por encima de la esquizofrenia frenética que sudan algunos y miremos:
Una de sus claves se encuentra en el Pensamiento Ancestral Americano. Visto que no tenemos otro planeta a mano, empecemos a ver la Naturaleza, no como un sujeto de saqueo (como antes veíamos “naturalmente” a los esclavos, negros e indios) sino como un Sujeto de Derecho.

Nuestra línea de horizonte es la Emancipación del Hombre de la Miseria, condición primera de toda libertad.Pensar el Bicentenario del día después es, entonces, dudar con optimismo.

El Cielo es de Todos, aunque el Bicentenario todavía no lo sea.


* Educador Social, miembro de Cara o Cruz.

3 comentarios:

Eva Row dijo...

Luis Paredes:
Como otras veces, bellísimo y clarísimo texto, digno de ser releído antes de comentarse, pero no quería pasar sin decirte lo que me complace leerte. Luego de releerlo, vuelvo a escribir.

Eva Row dijo...

Luis, estoy de acuerdo con todo lo que decís, todavía hay deuda para con muchos argentinos y también estoy de acuerdo con que el Estado se libere de su vínculo con la Iglesia, la religión es cosa privada. Ni siquiera el ecumenismo sirve porque hay muchos librepensadores que no somos creyentes y tenemos todo el derecho a que se nos vea y existamos.

Unknown dijo...

A Eva Row
<Estimada Eva :
Me agrada tus comentarios. Creo que en lo fundamental estamos de acuerdo, sobre todo en la separacion del Estado y la Iglesia. Ninguna razón puede justificar que la Républica tenga un Confesión y esto es uno de los pilares de toda de Democracia. Como bien decis la Fe es un asunto privado y le pertenece a cada ciudadano en su alma y conciencia. Las religiones no pueden ser un factor de Poder terrenal y como tales atribuirse un poder de crítica. Ser y atribuirse un rol de Partido Políticom pues la Fe no se discute y no se puede aceptar que le sea impuesta a quienes profesan otra Fe o justamente ninguna como también es mi caso.
Las deudas de la Républica con respecto a los Pueblos Indigenas son insoportables, mas cuando hay tanto que aprender de ellos. Sobre todo es la relación con la realidad Natural. Pensar al hombre como parte de la Naturaleza y no separado de ella puede ser una de las claves para abordar correctamente la cuestion de los recursos naturales que estan entregados a lo Poderosos y que son un patrimonio comun del cual estamos enajenados.
Un Abrazo
L.P.