Quisiera compartir con ustedes una carta de lectores, publicada en la edición impresa del Página/12 de hoy. No sé si por falta de pericia para buscarla, no la encontré en la edición digital, por lo que la transcribo a continuación. Su autor, el Sr. Juan Antonio Martínez, dice lo siguiente: Soy católico y vivo en Caballito. Desde la muerte de Kirchner he ido a varias iglesias del barrio queriendo encargar una misa para rezar por el difunto ex presidente Néstor Carlos Kirchner. En todas se negaron a anotar el nombre y apellido. Les señalé que se trataba de un ex presidente de la Nación, pero fue inútil. El último se trató de un sacerdote de la parroquia de Caacupé, quien me dijo que solamente lo nombraría como Néstor, porque así había sido bautizado. Así, ninguno de los fieles presentes sabría que se trataba del ex presidente. Todo esto me hizo recordar que el 9 de marzo de 1956 apareció en el Boletín Oficial un decreto-ley de la dictadura cívico-militar que prohibía en todo el territorio de la Nación la utilización, "ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones..., de las imágenes, los símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados, por los individuos representativos u organismos del peronismo". Se consideraba "especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones "peronista", "peronismo", "justicialismo", "justicialista", "tercera posición", la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales "Marcha de los Muchachos Peronistas" y "Evita capitana" y los discursos del presidente depuesto o su esposa". Uno de los principales objetivos de la Revolución Libertadora ¿o fusiladora? fue la "desperonización del país" interviniendo la CGT, destruyendo los símbolos del peronismo y prohibiendo la sola mención de los nombres de Perón y Evita.
Volviendo a la negación por parte de estas parroquias, quiero expresar que cuando la Iglesia venera a sus santos los recuerda como Santa Teresa de Avila o Santa Rosa de Lima, y no como Teresa o Rosa. La pregunta es: ¿por qué no se puede orar por el ex presidente Néstor Carlos Kirchner? ¿Es que para la arquidiócesis sigue vigente la prohibición de nombrar a los peronistas y sus símbolos? ".
Hasta aquí, la carta de este señor. Ella en sí misma tiene una elocuencia a la que no hay que agregarle nada; podríamos hacer distintos análisis y lecturas acerca del intento por abolir el nombre, etc. pero creo que solamente se lograría intelectualizarla, y no se trata de eso, simplemente una acotación: una vez que la muerte ha posado su sombra sobre nosotros, lo que queda es el Nombre.
Nos convertimos en Nombre.
Ni siquiera me queda claro si el Sr. Martínez es kirchnerista, o peronista. Aclara de movida: "soy católico". Es la carta de un católico, de un fiel, que encuentra sólo puertas cerradas cuando pide algo absolutamente básico y frecuente en el rito católico, algo que no se le niega a nadie; porque en tanto fiel, estaba pidiendo una acción propia del orden de Dios, y recibió respuestas dignas del César. Martínez no estaba pidiendo algo "político", solamente que, en la misa, se lo nombrara, como a cualquier muerto por el que se quisiera rezar.
La Iglesia que no condena a sus Von Wernich que consolaban y garantizaban perdón a torturadores y asesinos, la Iglesia que logra que depredadores como sus Grassi gocen de una libertad aún estando condenado, la Iglesia en que sus Baseotto pedían arrojar ministros al mar por defender el uso de preservativos, la Iglesia donde sus Bergoglio señalaban a las patotas aquellos jesuitas que debían ser secuestrados. Esa Iglesia no le dará curso al pedido de oración piadoso de un fiel, porque han dejado en claro que la piedad no es lo suyo.. Pero le diría al señor Martínez que pruebe de hacer su pedido en la otra Iglesia: aquella de Mugica, Angelelli, los palotinos, las monjas francesas secuestradas por Astiz en la Iglesia de la Santa Cruz; pídaselo a De la Serna, o a los curas villeros, o en las capillas de los barrios obreros; lugares donde -supongo- Jesús caminará más a gusto que por los lujosos pasillos de la curia.
Volviendo a la negación por parte de estas parroquias, quiero expresar que cuando la Iglesia venera a sus santos los recuerda como Santa Teresa de Avila o Santa Rosa de Lima, y no como Teresa o Rosa. La pregunta es: ¿por qué no se puede orar por el ex presidente Néstor Carlos Kirchner? ¿Es que para la arquidiócesis sigue vigente la prohibición de nombrar a los peronistas y sus símbolos? ".
Hasta aquí, la carta de este señor. Ella en sí misma tiene una elocuencia a la que no hay que agregarle nada; podríamos hacer distintos análisis y lecturas acerca del intento por abolir el nombre, etc. pero creo que solamente se lograría intelectualizarla, y no se trata de eso, simplemente una acotación: una vez que la muerte ha posado su sombra sobre nosotros, lo que queda es el Nombre.
Nos convertimos en Nombre.
Ni siquiera me queda claro si el Sr. Martínez es kirchnerista, o peronista. Aclara de movida: "soy católico". Es la carta de un católico, de un fiel, que encuentra sólo puertas cerradas cuando pide algo absolutamente básico y frecuente en el rito católico, algo que no se le niega a nadie; porque en tanto fiel, estaba pidiendo una acción propia del orden de Dios, y recibió respuestas dignas del César. Martínez no estaba pidiendo algo "político", solamente que, en la misa, se lo nombrara, como a cualquier muerto por el que se quisiera rezar.
La Iglesia que no condena a sus Von Wernich que consolaban y garantizaban perdón a torturadores y asesinos, la Iglesia que logra que depredadores como sus Grassi gocen de una libertad aún estando condenado, la Iglesia en que sus Baseotto pedían arrojar ministros al mar por defender el uso de preservativos, la Iglesia donde sus Bergoglio señalaban a las patotas aquellos jesuitas que debían ser secuestrados. Esa Iglesia no le dará curso al pedido de oración piadoso de un fiel, porque han dejado en claro que la piedad no es lo suyo.. Pero le diría al señor Martínez que pruebe de hacer su pedido en la otra Iglesia: aquella de Mugica, Angelelli, los palotinos, las monjas francesas secuestradas por Astiz en la Iglesia de la Santa Cruz; pídaselo a De la Serna, o a los curas villeros, o en las capillas de los barrios obreros; lugares donde -supongo- Jesús caminará más a gusto que por los lujosos pasillos de la curia.