Si no creyera en el delirio,
Si no creyera en la esperanza...
La Maza, Silvio Rodríguez
Hace siete años, cuando un ignoto patagónico, flaco, desgarbado y con la suficiente mezcla de calidez y torpeza como para meterse entre la gente y lastimarse con una cámara (qué anticipo de lo que vendría: lastimarse con una cámara...) asumía la presidencia de la Nación, creo que nadie se imaginaba de qué modo transformaría el país.
No creemos necesario, a esta altura, la enumeración de las medidas de gobierno que han promovido la transformación social, política, económica y cultural que está en marcha en Argentina; más bien quisiéramos detenernos brevemente en algunos puntos nodales de -creemos- toda la praxis kirchnerista, que lo han llevado a la posición en que se encuentra.
Concebir la política como el ámbito por excelencia de la resolución de conflictos, es absolutamente solidario con la convicción de no criminalizar la protesta social. Si recordamos los gobiernos anteriores (Menem, Duhalde, De la Rúa) en los que la política era simplemente el brazo ejecutor del poder económico, la criminalización de la protesta social era norma: dado un discurso único, el del mercado, aquello que se resistiera era pasible de represión, sea ésta la diabólica del "ramal que para, ramal que cierra", o la más burda, la del palito de abollar ideologías. Creo innecesario destacar que no estamos hablando de meras disputas ideológicas, sino de exclusión, desempleo, violencia, muerte, hambre. Reales, concretas, brutales.
Ahora bien, ¿cómo encarar la dimensión del Conflicto ? (motor de toda transformación posible) : apelando al Equilibrio. A grandes rasgos, y a riesgo de ejemplificar groseramente: los trabajadores discuten con los empresarios sus ingresos en negociaciones paritarias, pero a su vez, el Estado ofrece a las empresas diversos beneficios: medidas antidumping, fomento al consumo, etc, en un círculo que relanza el circuito económico. El Estado, pues, en un rol de injerencia activa en la vida económica, pero tendiendo a una mayor equidad en el reparto de la riqueza. ¿Que falta mucho? Sí, indudablemente. Pero, que ya se comenzó, sí, también. ¿Un mejor ejemplo de equilibrio? la Asignación Universal por Hijo (AUH) no es -como pretenden sus detractores-una dádiva, sino una ayuda económica a los más necesitados, con una condición: la de la obligatoriedad de la vacunación y la escolaridad; esto es, la condición sine qua non para recibirla es la de utilizar las herramientas universalmente válidas para salir del estado de exclusión: salud y educación, brillante síntesis de la dialéctica entre derechos y obligaciones, y de solidaridad intergeneracional: el beneficio, condicionado por la obligación mencionada, de que las futuras generaciones tendrán más y mejor preparación para afrontar los desafíos de la vida: corte del círculo vicioso de la marginalidad, ni más, ni menos.
Por supuesto, si quisiéramos trasladar esta pequeño bagaje de conceptos (equilibrio, conflicto, solidaridad, tolerancia) a otros campos, lo haríamos fácilmente: desde los Derechos Humanos a la emergencia de las problemáticas como la democratización de la comunicación audiovisual, o desde el histórico logro del matrimonio homosexual a la ya indiscutiblemente imprescindible despenalización del aborto; muchas son las cuestiones en que han caído paradigmas con fuerte pregnancia. El kirchnerismo ha desatado fuerzas y dinámicas sociales que van mucho más allá de su posibilidad de manejo, hay un plus que se agrega: la irrupción de la juventud tomando su papel en la historia, después de un letargo inducido por los adormecedores de conciencias . No es un dato menor, en absoluto, y se ha intensificado notablemente por la -siempre a destiempo- muerte de Néstor Kirchner: su legado ha sido el de ejercer la militancia, el de no llegar al poder para olvidar los ideales.
Es entonces en este contexto, y con la numérica necesidad de sumar, que me pregunto, no sin cierta angustia, por el inquietante poco eco que han tenido las trágicas muertes de un ciudadano qom ( o toba) y un policía, en un conflicto por "propiedad privada" donde se han unido los intereses del poder político provincial, el poder judicial, la institución policial y el poder e influencia de terratenientes. El mencionado "poco eco" ha sido exhibido tanto desde el Gobierno Nacional, como de lo las distintas agrupaciones que participan del kirchnerismo, y paradójiamente han tenido en nuestros denostados blogs algunas de las condenas más explícitas, como -aclaro: entre muchos otros interesantes análisis blogueros- pueden leerse en el blog del amigo Daniel Mancuso, o en el de Guillermo (Todo con Alambre), que creo tocan puntos muy similares a los que estamos planteando aquí.
Estamos a las puertas de un año electoral, más aún, de elección del Poder Ejecutivo Nacional.
Es más que clara la necesidad del kirchnerismo, encarnado en la conducción de Cristina Fernández, de articular una política frentista, en la cual, como es obvio por la heterogeneidad de pertenencias ideológicas y partidarias, el armado no es cosa sencilla. Podría decirse que desde cada procedencia del frente, habrá "sapos"por tragar, lo cual es, ni más ni menos, que el precio de la diversidad, pero confío en el criterio de nuestros gobernantes para sostener este delicado equilibrio.
Ahora bien, alejado de todo "purismo" (en el que jamás podríamos competir con algunos amigos de una izquierda de pensamiento inflexible), se nos impone la pregunta acerca de los Límites que debe tener el espacio, porque en el proceso mismo de suma para acumulación de poder, se van empoderando también, o al menos , preservándolo si ya lo tenían, los Insfran, su justicia ladera, los intereses comunes con los dueños de la tierra. En fin, la negación de lo que solemos sostener. Dicho con la mayor claridad que nos sea posible: intuímos más que sabemos de las enormes dificultades y complejidades para gobernar, pero también, con humildad, peticionamos para que tipos como Insfran no formen parte de este proyecto; podríamos tranquilamente perder algunos votos, pero lo que no podemos, ni debemos, es dejar afuera nuestras convicciones: inclusión, equilibrio, dignidad, equidad. Acá hablamos de represión y muerte, no de simpatías políticas, y además, tenemos una enorme obligación con los jóvenes que tomarán la posta mañana: un capital que vale mucho más que el del poroteo: el de seguir creyendo que la política es la condición necesaria para la liberación, y el de sentir este compromiso ético con la vida, que los hizo acercarse.
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