Desde que la leí por primera vez, hubo una frase de Macedonio Fernandez que me impactó profundamente: "será tan sustancial como entrar en materia, y sin embargo, se trata de otra cosa". Al cabo, por poco o mucho que se lo piense, esta frase roza peligrosamente la verdad. Y decimos "roza" con una intencionalidad despojada de ingenuidad: la verdad es algo que siempre se produce a pérdida; la verdad va dejando restos, podríamos decir, "no dichos": no existe "la" verdad como punto de arribo; más bien habría que verla como la posibilidad, relanzada una y otra vez, de que el barco llegue a puerto, sí, pero, para volver a salir. Otra cosa, mucho me temo, se llamaría religión, y no es lo nuestro...
Otra manera de decirlo, es que en relación a la Verdad, siempre andaremos por los alrededores.
"Es por eso que preferimos, como tantas veces, y usando descaradamente el viejo código de los edictos policiales, "merodear por los alrededores" , bordear por las supuestas afueras de lo que ha pasado en el pomposa e inmerecidamente llamado "Parque" Indoamericano y compartir, con los pacientes amigos que nos leen, algunas reflexiones que, si son logradas, deberían convertirse en preguntas.
Una primera reflexión es que esto no ocurre en el centro, en la zona del turismo que interesa, blancos con billeteras bien provistas, sino en la periferia: en los alrededores. Es decir, esta "posibilidad de descontrol", por llamarla de algún modo, se puede dar en los descuidados alrededores, donde el "arreglate como puedas" es ley, y no en el centro iluminado por los flashes de los turistas, cara amable de la Reina del Plata.
Por ejemplo, se habla de la invasión del espacio público, en este caso, de un "parque". Si este lugar es denominado así, corresponde a un abuso del lenguaje: abandonado, dejado de lado, es público por el solo hecho de no ser "propiedad privada", mas no porque el gobierno comunal lo haya sostenido (y mantenido) decentemente como un espacio de esparcimiento para los "vecinos". ¿Será ésta la definición de lo público que sostiene (perdónese el oxímoron) el pensamiento del ingeniero?
Interesante ha sido ver, en la construcción mediática de la realidad, el papel de los "vecinos"." Los vecinos: he aquí un significante prolífico, podríamos decir, privilegiado, del macrismo. Desde lo topológico, desde el punto de vista de los lugares, estaríamos tentados de suponerlo como un agrupamiento por proximidad, por compartir una geografía acotada, con elementos identitarios, por ejemplo, "habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires".
¿Será así? Nuestra hipótesis es que no; vecino, para el macrismo, es una construcción que gira fundamental y prioritariamente alrededor de la propiedad privada. El vecino con todas las letras, es dueño. El inquilino, si puede pagar su alquiler, no "cae" de la categoría, pero no merece ser miembro pleno. Y aún cabe una distinción más: no tiene la misma valoración un vecino de la zona norte de la ciudad a uno de la zona sur.
Siguiendo este sencillo esquema, el gobierno PRO no miente cuando dice que gobierna para los vecinos; en rigor, sería más exacto decir que no le importa en lo más mínimo la suerte de quienes no califican para el vecinazgo. En todo caso, los considerados vecinos de la devaluada zona sur le son útiles en tanto puede oponerlos a los excluídos. Cualquier semejanza con una película de zombies no es casual.
Pero hay también otra lectura posible: esta suerte de palabra-insignia del PRO, esa que jamás deja de pronunciarse en ninguno de sus discursos, podría decirse que es también, una forma de marcar, de develar sus propios límites: el de Macri es un partido vecinal, que podrá, eventualmente, gozar del apoyo del inquietantemente volátil electorado porteño, pero que no puede, per se, ir mucho más allá. Estos vecinos han sido presentados por los medios, a modo de justificación de la violencia, como pobres que luchan contra otros pobres . Pero, ¿Hablamos de la misma pobreza cuando nos referimos al propietario, o al inquilino de un departamento, con un empleo formal, obra social, algún aporte jubilatorio, que a los excluidos que alquilan una miserable pieza para cinco o más personas en una villa, que con suerte se mal alimentan cartoneando, carentes de todo lo que consideramos básico para vivir? Obviamente, la respuesta es que no; hablamos de personas de clase media baja, o aún baja, a la que se ha ido empujando a enfrentarse con excluidos, al punto de haber importado grupos de choque para promover la idea de una violencia masiva, y espontánea. La realidad es que, tras el llamamiento a la xenofobia por parte de Macri, el intento de asustar a los burgueses -en lo que sabemos desemboca- y que el lenguaje de los medios hay producido el deslizamiento de "ocupación" al mucho más sugestivo de "toma", aún con sus reclamos más que atendibles, la gran mayoría de los auténticos vecinos de la zona no se plegó a la producción de la violencia. Los más radicalizados de los "vecinos", incentivados por un Jefe de Gobierno que eternamente se pregunta por qué le pasan a él todas estas cosas, claman por trenes repletos de extranjeros de piel oscura partiendo hacia el norte. Algunos de ellos han visto a pequeños grupos muy decididos, disparando balazos, o tirando piedras, y los siguen: están "defendiendo su barrio". Y aquí surge un tema inquietante: la facilidad del contagio de la violencia. Es ya un clásico la figura del barrabrava como fuerza de choque contratable por cualquier segmento social que tenga el suficiente poder económico o capacidad de influencia e impunidad; goza el habitual y unánime consenso en su rechazo, pero, si el espectáculo (y el objetivo) lo amerita, deviene “vecino que defiende su barrio”. ¿Cuáles serían los anticuerpos sociales para no caer en este tipo de situaciones? Esto ha generado un cierto efecto de contagio, diversos focos en donde desposeídos ocupan terrenos reclamando solución a sus problemas habitacionales. Es, en el lenguaje racista que se ha fogoneado, "la invasión de los negros", "el plan descansar", el "vienen acá porque no hacen nada y les dan beneficios". Tanto repetidor serial que parlotea por ahí, ventilando su indignación, ¿Habrá pensado alguna vez que esas épocas que añora, en las que podía viajar al exterior porque un peso era un dólar, esa fiesta es la que comenzó a pagarse en el 2001? ¿Se le habrá ocurrido que el "ramal que para, ramal que cierra" que tanta admiración le causó, decretó el fin del ferrocarril, y con él la muerte de innumerables pueblos y la migración forzada? Hubo de todo en cuanto a "opinión pública" respecto a este tema. De los xenófobos no vamos a hablar específicamente, pero están incluidos en el registro de los violentos, así no se hayan movido de su casa, sencillamente por su capacidad de generación de climas hostiles, de preparación del terreno que desemboque en un "¡haga patria, mate a un bolita!", nos interesa más pensar en otros casos, el de aquellas buenas personas, gente de trabajo, a la que, si bien no pasa grandes privaciones, tampoco está en una posición envidiable en la cadena del consumo: Una consecuencia de este falso "pobres contra pobres" que han pretendido instalar, tiene la sutileza de la injusticia: "a ellos, que ocupan, le van a dar una casa, y a mí, que alquilo desde hace xxx años, no me dan nada..." Se me ocurren algunas preguntas: más allá de los planes habitacionales que en CABA el gobierno vecinal no implementa, ¿No deberían los bancos otorgar créditos inmobiliarios a las personas que tienen un trabajo formal, y ocuparse el Estado de aquellas necesidades de los más desprotegidos? Hay un proyecto de ley de Reforma Financiera que ha hecho planteos en este sentido, pero no se ha visto mucho entusiasmo en apoyar su implementación; es decir, quizá haya que pensar también que cuando se cajonea una ley que puede reorientar el crédito existe algún grado de responsabilidad en llegar a este tipo de situaciones, o en el caso de los empleadores que pagan parte del salario en negro e impiden así calificar para un ya de por sí escaso posible crédito inmobiliario. ¿Cuántas de las voces condenatorias que escuchamos a diario colaboran activamente en la producción de estas realidades ?
La cuestión de la exclusión será un problema que llevará años revertir, y, en mi opinión, se hace prioritario hoy todo el asistencialismo posible del Estado para poder incorporarlos al sistema; no hay aquí otra posibilidad, y, mucho me temo, sus beneficios no se verificarían sino en los hijos de aquellos que han sido expulsados completamente del sistema. Pero requiere también que nosotros, ciudadanos, "vecinos", tratemos de comprender los fenómenos en su complejidad, y no seamos tan sólo las repetidoras del discurso del Amo.
Seguramente habrá muchas más cuestiones que están "por los alrededores" de temas como éste, cuestiones que quedan escondidas, ocultas, detrás de esas verdades enlatadas que nos venden por pack; en todo caso, lo importante es siempre recordar pegarse una vuelta por la periferia de los temas, porque allí se suelen encontrar algunos fragmentos de verdad, tesoro invaluable si los hay.
Otra manera de decirlo, es que en relación a la Verdad, siempre andaremos por los alrededores.
"Es por eso que preferimos, como tantas veces, y usando descaradamente el viejo código de los edictos policiales, "merodear por los alrededores" , bordear por las supuestas afueras de lo que ha pasado en el pomposa e inmerecidamente llamado "Parque" Indoamericano y compartir, con los pacientes amigos que nos leen, algunas reflexiones que, si son logradas, deberían convertirse en preguntas.
Una primera reflexión es que esto no ocurre en el centro, en la zona del turismo que interesa, blancos con billeteras bien provistas, sino en la periferia: en los alrededores. Es decir, esta "posibilidad de descontrol", por llamarla de algún modo, se puede dar en los descuidados alrededores, donde el "arreglate como puedas" es ley, y no en el centro iluminado por los flashes de los turistas, cara amable de la Reina del Plata.
Por ejemplo, se habla de la invasión del espacio público, en este caso, de un "parque". Si este lugar es denominado así, corresponde a un abuso del lenguaje: abandonado, dejado de lado, es público por el solo hecho de no ser "propiedad privada", mas no porque el gobierno comunal lo haya sostenido (y mantenido) decentemente como un espacio de esparcimiento para los "vecinos". ¿Será ésta la definición de lo público que sostiene (perdónese el oxímoron) el pensamiento del ingeniero?
Interesante ha sido ver, en la construcción mediática de la realidad, el papel de los "vecinos"." Los vecinos: he aquí un significante prolífico, podríamos decir, privilegiado, del macrismo. Desde lo topológico, desde el punto de vista de los lugares, estaríamos tentados de suponerlo como un agrupamiento por proximidad, por compartir una geografía acotada, con elementos identitarios, por ejemplo, "habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires".
¿Será así? Nuestra hipótesis es que no; vecino, para el macrismo, es una construcción que gira fundamental y prioritariamente alrededor de la propiedad privada. El vecino con todas las letras, es dueño. El inquilino, si puede pagar su alquiler, no "cae" de la categoría, pero no merece ser miembro pleno. Y aún cabe una distinción más: no tiene la misma valoración un vecino de la zona norte de la ciudad a uno de la zona sur.
Siguiendo este sencillo esquema, el gobierno PRO no miente cuando dice que gobierna para los vecinos; en rigor, sería más exacto decir que no le importa en lo más mínimo la suerte de quienes no califican para el vecinazgo. En todo caso, los considerados vecinos de la devaluada zona sur le son útiles en tanto puede oponerlos a los excluídos. Cualquier semejanza con una película de zombies no es casual.
Pero hay también otra lectura posible: esta suerte de palabra-insignia del PRO, esa que jamás deja de pronunciarse en ninguno de sus discursos, podría decirse que es también, una forma de marcar, de develar sus propios límites: el de Macri es un partido vecinal, que podrá, eventualmente, gozar del apoyo del inquietantemente volátil electorado porteño, pero que no puede, per se, ir mucho más allá. Estos vecinos han sido presentados por los medios, a modo de justificación de la violencia, como pobres que luchan contra otros pobres . Pero, ¿Hablamos de la misma pobreza cuando nos referimos al propietario, o al inquilino de un departamento, con un empleo formal, obra social, algún aporte jubilatorio, que a los excluidos que alquilan una miserable pieza para cinco o más personas en una villa, que con suerte se mal alimentan cartoneando, carentes de todo lo que consideramos básico para vivir? Obviamente, la respuesta es que no; hablamos de personas de clase media baja, o aún baja, a la que se ha ido empujando a enfrentarse con excluidos, al punto de haber importado grupos de choque para promover la idea de una violencia masiva, y espontánea. La realidad es que, tras el llamamiento a la xenofobia por parte de Macri, el intento de asustar a los burgueses -en lo que sabemos desemboca- y que el lenguaje de los medios hay producido el deslizamiento de "ocupación" al mucho más sugestivo de "toma", aún con sus reclamos más que atendibles, la gran mayoría de los auténticos vecinos de la zona no se plegó a la producción de la violencia. Los más radicalizados de los "vecinos", incentivados por un Jefe de Gobierno que eternamente se pregunta por qué le pasan a él todas estas cosas, claman por trenes repletos de extranjeros de piel oscura partiendo hacia el norte. Algunos de ellos han visto a pequeños grupos muy decididos, disparando balazos, o tirando piedras, y los siguen: están "defendiendo su barrio". Y aquí surge un tema inquietante: la facilidad del contagio de la violencia. Es ya un clásico la figura del barrabrava como fuerza de choque contratable por cualquier segmento social que tenga el suficiente poder económico o capacidad de influencia e impunidad; goza el habitual y unánime consenso en su rechazo, pero, si el espectáculo (y el objetivo) lo amerita, deviene “vecino que defiende su barrio”. ¿Cuáles serían los anticuerpos sociales para no caer en este tipo de situaciones? Esto ha generado un cierto efecto de contagio, diversos focos en donde desposeídos ocupan terrenos reclamando solución a sus problemas habitacionales. Es, en el lenguaje racista que se ha fogoneado, "la invasión de los negros", "el plan descansar", el "vienen acá porque no hacen nada y les dan beneficios". Tanto repetidor serial que parlotea por ahí, ventilando su indignación, ¿Habrá pensado alguna vez que esas épocas que añora, en las que podía viajar al exterior porque un peso era un dólar, esa fiesta es la que comenzó a pagarse en el 2001? ¿Se le habrá ocurrido que el "ramal que para, ramal que cierra" que tanta admiración le causó, decretó el fin del ferrocarril, y con él la muerte de innumerables pueblos y la migración forzada? Hubo de todo en cuanto a "opinión pública" respecto a este tema. De los xenófobos no vamos a hablar específicamente, pero están incluidos en el registro de los violentos, así no se hayan movido de su casa, sencillamente por su capacidad de generación de climas hostiles, de preparación del terreno que desemboque en un "¡haga patria, mate a un bolita!", nos interesa más pensar en otros casos, el de aquellas buenas personas, gente de trabajo, a la que, si bien no pasa grandes privaciones, tampoco está en una posición envidiable en la cadena del consumo: Una consecuencia de este falso "pobres contra pobres" que han pretendido instalar, tiene la sutileza de la injusticia: "a ellos, que ocupan, le van a dar una casa, y a mí, que alquilo desde hace xxx años, no me dan nada..." Se me ocurren algunas preguntas: más allá de los planes habitacionales que en CABA el gobierno vecinal no implementa, ¿No deberían los bancos otorgar créditos inmobiliarios a las personas que tienen un trabajo formal, y ocuparse el Estado de aquellas necesidades de los más desprotegidos? Hay un proyecto de ley de Reforma Financiera que ha hecho planteos en este sentido, pero no se ha visto mucho entusiasmo en apoyar su implementación; es decir, quizá haya que pensar también que cuando se cajonea una ley que puede reorientar el crédito existe algún grado de responsabilidad en llegar a este tipo de situaciones, o en el caso de los empleadores que pagan parte del salario en negro e impiden así calificar para un ya de por sí escaso posible crédito inmobiliario. ¿Cuántas de las voces condenatorias que escuchamos a diario colaboran activamente en la producción de estas realidades ?
La cuestión de la exclusión será un problema que llevará años revertir, y, en mi opinión, se hace prioritario hoy todo el asistencialismo posible del Estado para poder incorporarlos al sistema; no hay aquí otra posibilidad, y, mucho me temo, sus beneficios no se verificarían sino en los hijos de aquellos que han sido expulsados completamente del sistema. Pero requiere también que nosotros, ciudadanos, "vecinos", tratemos de comprender los fenómenos en su complejidad, y no seamos tan sólo las repetidoras del discurso del Amo.
Seguramente habrá muchas más cuestiones que están "por los alrededores" de temas como éste, cuestiones que quedan escondidas, ocultas, detrás de esas verdades enlatadas que nos venden por pack; en todo caso, lo importante es siempre recordar pegarse una vuelta por la periferia de los temas, porque allí se suelen encontrar algunos fragmentos de verdad, tesoro invaluable si los hay.
2 comentarios:
Sujeto
un post de lujo, genial la observación y el análisis del concepto macrista "vecino".
Heller tiene el proyecto de servicios financieros con el que nacerían de vuelta los créditos para la vivienda, las cooperativas, que mandó terminar la dictadura. Me dijeron que el año que viene se debate. Ojalá, por lo que leí va a ser un cambio total en el regimen de préstamos bancarios. Todos los bancos van a estar obligados a tener destinado una parte de su stock de dinero, al crédito hipotecario. Esperemos que salga.
Saludos y gracias por tu buena literatura.
Hola Eva
Muchas gracias por tus siempre amables palabras. Pero si querés leer cosas buenas, fijate los comentarios de nuestros amigos blogueros en mi blog, son fantásticos.
Aprovecho para enviarte un abrazo
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