Dijo una voz popular
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Oh, la saeta el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz
Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores
¡Oh, no eres tú mi cantar,
no puedo cantar ni quiero
a este Jesús del madero,
Sino al que anduvo en la mar
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Oh, la saeta el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz
Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores
¡Oh, no eres tú mi cantar,
no puedo cantar ni quiero
a este Jesús del madero,
Sino al que anduvo en la mar
Hermoso y sentido poema de Antonio Machado, gran poeta de la República Española, a quien pude descubrir muchos años atrás, en tristes tiempos, gracias al inmenso Joan Manuel Serrat.
Se escuchó, en estos días, a la jerarquía de la Iglesia Católica y sus “periféricos”, con argumentaciones donde el absurdo, el fanatismo, la intolerancia y el carácter de obsoleto, detenido en el tiempo, competían entre sí.
En el post "Acerca del Plan de Dios" decíamos que la cúpula eclesiástica, al sostener que el casamiento entre personas del mismo sexo ofende al plan de Dios, se presentaba como intérprete de dicho plan. El escrito concluía que seguimos siendo tan ignorantes como siempre del plan de Dios, pero sabemos mucho más sobre los planes de Bergoglio.
Pero, ¿será privativo del pensamiento católico este aferrarse al oscurantismo? Opinamos que es un círculo más amplio, que tributa a lo que podemos llamar el pensamiento dogmático.
En efecto, además del “elenco estable” del ultracatolicismo militante con sus pancartas de Cristo rey, las viejas derechas, Pando y sus odios, etc. debe incluirse una importante cantidad de personas, no necesariamente religiosas, no necesariamente católicas, pero con una concepción de la sociedad y la familia no abierta a reconocer emergencia de ciertos cambios, porque eso significaría el derrumbe de su universo simbólico, que ya viene vacilando por otras cuestiones. El dogma, cualquiera y todos, requiere de la inmovilidad.
Es la quietud del cementerio la que trae paz al conservador, es la certeza de ver a Cristo en la cruz, porque “ese” es su lugar. ¿Metafísica? No, certeza.
Cristo en la cruz es el mundo en su orden: los de arriba, arriba. Los de abajo, donde corresponde.
Más allá de cuestiones confesionales, su religión es la del egoísmo, la seguridad, la propiedad. Necesitan un orden inmutable porque su concepción del mundo así lo exige: por un lado, la buena gente, que suele estar representada por gente blanca de clase media o más, educada en colegios privados, obviamente heterosexuales, dispuestas a dejar una progenie que reproduzca y perpetúe ese Standard sociocultural, mientras que del otro lado del muro estarán aquellos que nunca accederán: los condenados por el color de piel, la insuficiente educación, la orientación sexual, la pertenencia política, los que nunca serán “la gente”. Al cabo, vacas para lucir cucardas en la Rural, y vacas para ser llevadas al matadero.
Así como en 2008 fueron los Patrones del Agro los que lideraron y encausaron al sector más reaccionario de la sociedad; así ahora la Iglesia Católica se ha puesto a la cabeza del mismo sector, hoy por el matrimonio civil de personas del mismo sexo, mañana, cuando se trate inexorablemente el problema del aborto, que causa tantas muertes de jóvenes mujeres pobres.
Pero, por otro lado, se debe hacer justicia a quienes han subvertido ese mundo desde adentro: un puñado de sacerdotes, alguno de Buenos Aires, y otros de Córdoba. Desde dentro de la institución Iglesia, donde se hubiera esperado que vistieran uniforme de cruzado y quemaran herejes, salieron a sostener que la orientación sexual de una persona no la define en tanto tal, no la hace mejor ni peor, ni más ni menos digna. Podríamos pensar que según su interpretación del Plan de Dios, son sus hijos tanto como los demás: el Jesús que anduvo en la mar, el Jesús que compartió.
A uno de estos sacerdotes ya se le impartió prohibición de celebrar misa, es decir, el contacto con las personas por excelencia en el rito católico, primer paso para el Juicio Canónico, mientras que pedófilos y cómplices de torturadores, violadores y asesinos, que tienen condenas por la justicia secular, gozan de la ausencia de justicia eclesiástica. Aquí se evidencia in extremis, un mensaje: se puede abusar sexualmente de niños, se puede confortar, perdonar y bendecir a torturadores, violadores y asesinos, pero no se puede discutir aspecto alguno del dogma. Al cabo, una escala de valores a medida del objetivo mayor: la perdurabilidad de la institución y su influencia.
Y recordamos a Angelelli, a Mujica, a los Palotinos, a las Monjas de la Santa Cruz, al movimiento de curas del Tercer Mundo, la Teología de la Liberación, a la revolución sandinista en Nicaragua, con mezcla de cristianos, marxistas y poetas. A Monseñor Romero en Salvador.
No creemos que deban estar en el mismo lugar que Bergoglio, Aguer, y tantos otros, sino más bien del lado del poeta.
Se escuchó, en estos días, a la jerarquía de la Iglesia Católica y sus “periféricos”, con argumentaciones donde el absurdo, el fanatismo, la intolerancia y el carácter de obsoleto, detenido en el tiempo, competían entre sí.
En el post "Acerca del Plan de Dios" decíamos que la cúpula eclesiástica, al sostener que el casamiento entre personas del mismo sexo ofende al plan de Dios, se presentaba como intérprete de dicho plan. El escrito concluía que seguimos siendo tan ignorantes como siempre del plan de Dios, pero sabemos mucho más sobre los planes de Bergoglio.
Pero, ¿será privativo del pensamiento católico este aferrarse al oscurantismo? Opinamos que es un círculo más amplio, que tributa a lo que podemos llamar el pensamiento dogmático.
En efecto, además del “elenco estable” del ultracatolicismo militante con sus pancartas de Cristo rey, las viejas derechas, Pando y sus odios, etc. debe incluirse una importante cantidad de personas, no necesariamente religiosas, no necesariamente católicas, pero con una concepción de la sociedad y la familia no abierta a reconocer emergencia de ciertos cambios, porque eso significaría el derrumbe de su universo simbólico, que ya viene vacilando por otras cuestiones. El dogma, cualquiera y todos, requiere de la inmovilidad.
Es la quietud del cementerio la que trae paz al conservador, es la certeza de ver a Cristo en la cruz, porque “ese” es su lugar. ¿Metafísica? No, certeza.
Cristo en la cruz es el mundo en su orden: los de arriba, arriba. Los de abajo, donde corresponde.
Más allá de cuestiones confesionales, su religión es la del egoísmo, la seguridad, la propiedad. Necesitan un orden inmutable porque su concepción del mundo así lo exige: por un lado, la buena gente, que suele estar representada por gente blanca de clase media o más, educada en colegios privados, obviamente heterosexuales, dispuestas a dejar una progenie que reproduzca y perpetúe ese Standard sociocultural, mientras que del otro lado del muro estarán aquellos que nunca accederán: los condenados por el color de piel, la insuficiente educación, la orientación sexual, la pertenencia política, los que nunca serán “la gente”. Al cabo, vacas para lucir cucardas en la Rural, y vacas para ser llevadas al matadero.
Así como en 2008 fueron los Patrones del Agro los que lideraron y encausaron al sector más reaccionario de la sociedad; así ahora la Iglesia Católica se ha puesto a la cabeza del mismo sector, hoy por el matrimonio civil de personas del mismo sexo, mañana, cuando se trate inexorablemente el problema del aborto, que causa tantas muertes de jóvenes mujeres pobres.
Pero, por otro lado, se debe hacer justicia a quienes han subvertido ese mundo desde adentro: un puñado de sacerdotes, alguno de Buenos Aires, y otros de Córdoba. Desde dentro de la institución Iglesia, donde se hubiera esperado que vistieran uniforme de cruzado y quemaran herejes, salieron a sostener que la orientación sexual de una persona no la define en tanto tal, no la hace mejor ni peor, ni más ni menos digna. Podríamos pensar que según su interpretación del Plan de Dios, son sus hijos tanto como los demás: el Jesús que anduvo en la mar, el Jesús que compartió.
A uno de estos sacerdotes ya se le impartió prohibición de celebrar misa, es decir, el contacto con las personas por excelencia en el rito católico, primer paso para el Juicio Canónico, mientras que pedófilos y cómplices de torturadores, violadores y asesinos, que tienen condenas por la justicia secular, gozan de la ausencia de justicia eclesiástica. Aquí se evidencia in extremis, un mensaje: se puede abusar sexualmente de niños, se puede confortar, perdonar y bendecir a torturadores, violadores y asesinos, pero no se puede discutir aspecto alguno del dogma. Al cabo, una escala de valores a medida del objetivo mayor: la perdurabilidad de la institución y su influencia.
Y recordamos a Angelelli, a Mujica, a los Palotinos, a las Monjas de la Santa Cruz, al movimiento de curas del Tercer Mundo, la Teología de la Liberación, a la revolución sandinista en Nicaragua, con mezcla de cristianos, marxistas y poetas. A Monseñor Romero en Salvador.
No creemos que deban estar en el mismo lugar que Bergoglio, Aguer, y tantos otros, sino más bien del lado del poeta.
LA SAETA
9 comentarios:
Excelente post, y emotivo. El poema de Machado es maravilloso. No quiero al Jesús del madero sino al que anduvo en la mar. Y luego Serrat lo que hizo con esos versos...
Tu texto es maravilloso, había que hacer esa segmentación para ser justos con los miembros de la Iglesia que son la excepción. Pero sin embargo, por ser excepciones confirman la regla. Debe ser muy difícil permanecer en esa institución y estar opuesto. Es imperdonable que hayan avalado tantos crímenes. Es imperdonable que hablen desde "el amor".
Hola Eva
Generosa como siempre en tus conceptos. Creí importante reivindicar esas excepciones, así como algún día habrá que escribir sobre la religiosidad popular. Pero no hay que apuntar las cañones sólo a la Iglesia; Biolcati me da la razón cuando pide volver al Centenario, cuando pide reforzar los clavos...
Gracias por tus palabras, te saludo con el aprecio de siempre
Sujeto de la Historia,
No hace falta esperar para hablar de la religiosidad popular. No tiene sentido esperar por motivos estratégicos, es otra contracara de un dado de la segmentación necesaria. La religiosidad popular de los pobres está del lado de los miembros excepcionales de la Iglesia, y la religiosidad popular de la clase media con aspiraciones de ascenso por movilidad está del lado de la regla.
Me encantaría leer una tesis tuya sobre la religiosidad popular.
Uno siempre aprende contigo, y aprender algo nuevo, desasnarse, iluminarse con algún conocimiento, es lo más útil y gratificante de la vida.
Saludos.
Invito a leer, aunque más no sea porque hay que conocerlo, el texto de Unamuno, San Manuel Bueno
Algo que pone de manifiesto Unamuno, respecto del cristianismo, es la tensión entre la megaestructura vertical impuesta desde Constantino a fuerza de espada, y la presión minimalista, de dioses personales, pequeños y con historias casi minúsculas, movida desde las bases. La cúpula católica ofreció, históricamente, una vía de escape a esa tensión permitiendo el sincretismo religioso que dio origen a un panteón superpoblado de santos y vírgenes. Pero lo concreto es que la tensión se debe a que el catolicismo (excluyo a propósito otras manifestaciones más descentralizadas del cristianismo) es una estructura de poder.
De poder político, concretamente. Es el partido político más antiguo de la Historia.
Hace unos días tuve una agria discusión al respecto -porque mis discusiones sobre el tema suelen ser agrias- en el blog de Diego F.
El catolicismo es la prueba más acabada de lo que ocurre con un poder político cuando no está saneado por elecciones democráticas. Es inevitable que hacia la cúspide del poder asciendan los más corruptos y sedientos, precisamente, de poder. El control -moral, religioso, político- de esa cúspide es efectuado por los propios integrantes de la cúspide, lo cual vuelve lógico el alejamiento casi absurdo entre un Bergoglio que libra batallas angelicales y una multitud de laicos que sólo pretende de Dios que les permita vivir en paz.
O entre un Ratzinger que propicia la misa en latín (¡cinco siglos después de Lutero!) y personas que esperan de la divinidad apenas un acompañamiento cotidiano. Que aman, tal vez, a un cura que ven cercano a ellos más en vivencias que en credos.
Creo que ese alejamiento entre una masa de creyentes que siguen con laxa indiferencia y escasísimo respeto los ritos de la tradición católica, y la cúpula más y más cerrada sobre sí misma, volviendo en pleno siglo XXI a discusiones bizantinas que el resto de la sociedad superó hace décadas, da la medida cabal de que esta Iglesia necesita hacer crisis. El modelo de representatividad de esta Iglesia necesita una crisis interna si de verdad quiere formar parte orgánica -y no simplemente ad hoc- de esta sociedad. Sinceramente, no veo que esa crisis vaya a producirse a corto plazo.
Mientras tanto, en el terreno popular los dioses siempre han sido y siempre serán paganos. Flaubert, describiendo el desencantamiento de la sociedad griega, decía que superado el siglo V a.C., cuando la Tragedia les había permitido entender que los griegos eran mejores que sus dioses, y todavía no había llegado el cristianismo, hubo un período en el que el hombre estuvo solo. Yo especificaría: estuvo con dioses paganos. Personajes menores deificados. Porque en el terreno popular, nadie tiene ganas de adorar a un dios que es lo peor de nosotros. Si Dios no se compadece de los pobres, y está en contra de cualquier ampliación de derechos, si Dios es apenas un miserable policía cósmico, la religión popular adorará a una cantante o a un desertor. Seres más cercanos, menos poderosos pero más capaces de comprender las miserias con las que cada uno de nosotros debe convivir.
Finalmente, lo más asombroso, la medida de nuestra derrota -o, si se quiere, nuestra modestísima victoria- como sociedad, es seguir disputándole al catolicismo el poder sobre los cuerpos, como si no hubiera existido Nieztsche. Porque de eso se trata el catolicismo desde Constantino: Dios es el dueño de tu cuerpo. Si sos un sacerdote, Dios a través de su representante -contra, incluso, la propia Biblia- dictamina que no podés satisfacer una necesidad básica: la sexual. Si sos mujer, ni sueñes con tomar determinaciones sobre tu propio cuerpo. No es tuyo. Es de tu hombre (ni hablemos de tu mujer), a quien le ha sido dado en concesión. Por el representante de Dios, claro. Y si sos hombre, sólo podrás utilizar una libertad mínima y culposa. Y, por supuesto, "normal". De alguna manera, unos señores que representan la institución más asesina de la Historia saben y decretan qué es normal; incluso decretando una normalidad absolutamente incomprensible para la mayor parte de los mortales.
Sigue...
No me extiendo para evitar que este post se vuelva soporífero. Pero tiro una punta más: el modelo católico, de influencias celestiales, intercesiones, "cuñas" en el purgatorio, ¿no les recuerda al tráfico de influencias en política?. Seguramente sí. Y no es casual.
Para terminar, ahora sí, menciono cuatro textos maravillosos que tratan el tema religioso "desde el llano". "Ensayos sobre el infringimiento cristiano", de R. Sender (derrapa feo cuando habla de astronomía, pero es muy bueno cuando se atiene al tema religioso); "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos", de Unamuno; "Tres ensayos sobre el cristianismo", de S. Freud; "Temor y temblor", de S. Kierkegaard.
NOTA PARA EVA:
Este nuevo criterio de blogger de eliminar directamente el comentario cuando supera cierta extensión, sumado a mi mala costumbre de extenderme más de la cuenta, han hecho estragos en este post.
Probablemente haya repetido partes, porque no sé qué se posteó y qué no.
Al no poder ver el comentario publicado, no sé si hay que eliminar alguno o no. Lamento molestarte con esa tarea ingrata. Si ves que no hay manera de arreglarlo, eliminá todo sin remordimientos. No acusaré censura. A lo sumo, paciencia finita. (y por supuesto, no hace falta publicar esta última nota).
Diego E
quedate tranquilo, yo estoy encantada con tu participación, voy a borrar lo que sobre y te adelanto que los comentarios los voy a convertir en un post, porque es un material muy interesante y valioso para que quede sólo en comentarios. Si lo convierto en post lo va a recibir por mail mucha gente además de la que lee habitualmente este blog.
¡Muchas gracias!
Sujeto de la Historia,
voy a convertir estos comentarios a tu post en un nuevo post, me parece muy interesante publicarlo.
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