por Juan Carlos Alarcón
Parecería que los intelectuales en su trabajo de pensar el mundo tienen problemas con el egocentrismo y toman los deseos como realidades. Los intelectuales de la política tampoco escapan a esta tendencia y solo escriben para leerse entre ellos mismos desconociendo el militantismo del terreno y haciendo proposiciones a veces utópicas.
El intelectual es una figura independiente de los poderes a diferencia del experto que trabaja para alguna instancia de esos poderes. Pero hoy los intelectuales de a poco se van convirtiendo en expertos buscando ser evaluados por los mismos aparatos que critican ya sea de la universidad o de sus propios circuitos desconectados de los sectores sociales que se pretende defender.
Cuando irrumpió el psicoanálisis con la teoría de la especulación metafísica de la religión, considerándola como una “neurosis obsesiva de la humanidad”, decían que mataban a Dios, que el psicoanálisis liberaría definitivamente al hombre de la culpabilidad, restaurándolo en su poder sobre su vida y su ética. Hoy, Dios y la religión tienen más fuerza que nunca y las calles se han poblado hasta de sectas de todos los colores.
Luego vinieron los teóricos cuánticos que se sentaban en el sillón de la vanidad y a partir de cálculos matemáticos pretendían explicar y resolver incluso el funcionamiento de los impulsos sensoriales. La mecánica cuántica la aplicaban hasta para hacer el amor.
Luego llegó el turno de los semióticos que buscan desterrar a los dioses para sentarse en su trono con la soberbia de pretender ser la “ciencia de las ciencias”, como buscó argumentar Norman Husserl y, hasta se atreven a decir, que nada hay en la naturaleza que se pueda utilizar o conocer sin pasarla antes por el tamiz semiótico, que sólo entonces se podrá decir: "existe" para alguien. ¿No será demasiada soberbia?
Hoy los intelectuales de la política analizan la realidad del país desde el punto de vista económico queriendo otorgarle una moral a las empresas cuando el rol de la empresa no es moral sino de hacer beneficios. Se habla mucho de los privados de la propiedad sin cuestionar la propiedad privada y la definición de la propiedad social.
La posibilidad de explicar todo a través de interpretaciones es simpática, pero una teoría es más útil cuando se arriesga a fallar, porque si no se buscan criterios intersubjetivos existe poca garantía de la fiabilidad que pueda ponerse en una análisis científico. Y eso pasa por el terreno.
¿Cuándo reconocemos que un conocimiento es científico? A la posibilidad de controlar por los hechos (la experimentación) y que posee una unidad de método sin el cual no se puede definir un criterio general. Pero podemos ser más comprensivos, y decir que cuando no se funda sobra la verificación experimental debería ser sobre la interpretación de las intensiones humanas como sucede con algunas ciencias sociales o la lógica. Sin embargo, deberíamos recordar las palabras de Descartes que “la convicción del conocimiento toca las apariencias y no la realidad misma”
Analizar la pobreza del país a través de los diarios no es otra cosa que tocar las apariencias porque la realidad es lo que ocasiona esa situación. Leyendo a algunos intelectuales políticos me da la sensación de que los pobres nacieron durante el gobierno de los Kirchner ¿Es que antes no había pobreza o es que la situación del 2002 es solo un imaginario de la historia social? Contrario a lo que algunos dicen, yo pienso que sí es necesario judiciar la pobreza porque los que la fabrican tienen nombres y apellidos. Pero mientras no se lleve un debate sobre la Constitución y qué tipo de República queremos los hechos negativos de la sociedad seguirán produciéndose. Pretender crearle una moral al capitalismo es tan risueño como simpático. Pero tan absurdo como querer ponerle sal a la cola de un pájaro en pleno vuelo.
No es mi intención criticar el psicoanálisis ni la mecánica cuántica ni la semiótica en cuanto a técnicas científicas ni a los intelectuales de la política sino la vanidad intelectual de los teóricos que los separa cada vez más de la sociedad y la realidad, y que los reduce a simples personajes donde sólo se aplauden entre sí. Es una cuestión de cómo organizar nuestras representaciones y cómo atribuirle a cada cosa una plaza en un sistema, porque aún hoy en día entre teoría y praxis todavía hay un largo camino. Separarnos de la carcasa de clase media que tanto criticamos tal vez nos podría ayudar un poco más para dejar las apariencias y ser un poco más realistas en las alternativas de cambio.
El intelectual es una figura independiente de los poderes a diferencia del experto que trabaja para alguna instancia de esos poderes. Pero hoy los intelectuales de a poco se van convirtiendo en expertos buscando ser evaluados por los mismos aparatos que critican ya sea de la universidad o de sus propios circuitos desconectados de los sectores sociales que se pretende defender.
Cuando irrumpió el psicoanálisis con la teoría de la especulación metafísica de la religión, considerándola como una “neurosis obsesiva de la humanidad”, decían que mataban a Dios, que el psicoanálisis liberaría definitivamente al hombre de la culpabilidad, restaurándolo en su poder sobre su vida y su ética. Hoy, Dios y la religión tienen más fuerza que nunca y las calles se han poblado hasta de sectas de todos los colores.
Luego vinieron los teóricos cuánticos que se sentaban en el sillón de la vanidad y a partir de cálculos matemáticos pretendían explicar y resolver incluso el funcionamiento de los impulsos sensoriales. La mecánica cuántica la aplicaban hasta para hacer el amor.
Luego llegó el turno de los semióticos que buscan desterrar a los dioses para sentarse en su trono con la soberbia de pretender ser la “ciencia de las ciencias”, como buscó argumentar Norman Husserl y, hasta se atreven a decir, que nada hay en la naturaleza que se pueda utilizar o conocer sin pasarla antes por el tamiz semiótico, que sólo entonces se podrá decir: "existe" para alguien. ¿No será demasiada soberbia?
Hoy los intelectuales de la política analizan la realidad del país desde el punto de vista económico queriendo otorgarle una moral a las empresas cuando el rol de la empresa no es moral sino de hacer beneficios. Se habla mucho de los privados de la propiedad sin cuestionar la propiedad privada y la definición de la propiedad social.
La posibilidad de explicar todo a través de interpretaciones es simpática, pero una teoría es más útil cuando se arriesga a fallar, porque si no se buscan criterios intersubjetivos existe poca garantía de la fiabilidad que pueda ponerse en una análisis científico. Y eso pasa por el terreno.
¿Cuándo reconocemos que un conocimiento es científico? A la posibilidad de controlar por los hechos (la experimentación) y que posee una unidad de método sin el cual no se puede definir un criterio general. Pero podemos ser más comprensivos, y decir que cuando no se funda sobra la verificación experimental debería ser sobre la interpretación de las intensiones humanas como sucede con algunas ciencias sociales o la lógica. Sin embargo, deberíamos recordar las palabras de Descartes que “la convicción del conocimiento toca las apariencias y no la realidad misma”
Analizar la pobreza del país a través de los diarios no es otra cosa que tocar las apariencias porque la realidad es lo que ocasiona esa situación. Leyendo a algunos intelectuales políticos me da la sensación de que los pobres nacieron durante el gobierno de los Kirchner ¿Es que antes no había pobreza o es que la situación del 2002 es solo un imaginario de la historia social? Contrario a lo que algunos dicen, yo pienso que sí es necesario judiciar la pobreza porque los que la fabrican tienen nombres y apellidos. Pero mientras no se lleve un debate sobre la Constitución y qué tipo de República queremos los hechos negativos de la sociedad seguirán produciéndose. Pretender crearle una moral al capitalismo es tan risueño como simpático. Pero tan absurdo como querer ponerle sal a la cola de un pájaro en pleno vuelo.
No es mi intención criticar el psicoanálisis ni la mecánica cuántica ni la semiótica en cuanto a técnicas científicas ni a los intelectuales de la política sino la vanidad intelectual de los teóricos que los separa cada vez más de la sociedad y la realidad, y que los reduce a simples personajes donde sólo se aplauden entre sí. Es una cuestión de cómo organizar nuestras representaciones y cómo atribuirle a cada cosa una plaza en un sistema, porque aún hoy en día entre teoría y praxis todavía hay un largo camino. Separarnos de la carcasa de clase media que tanto criticamos tal vez nos podría ayudar un poco más para dejar las apariencias y ser un poco más realistas en las alternativas de cambio.
4 comentarios:
Hola.Hay algunos puntos en el texto con los que concuerdo, y otros con los que no. Entre éstos últimos, está la definición de intelectual como figura independiente de los poderes, ya que una lectura mínima desde el Psicoanálisis pondría en evidencia que "el sujeto" del que se dice es un intelectual, el ser que está debajo del cartel de intelectual, es sujeto en tanto "sujetado" por determinaciones de la cultura en la que nace, vive y se forma. Aquí, te recomiendo leas a Louis Althusser, "Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado", que podés bajarla de la página elortiba, no recuerdo si en cuadernos de psicología o cuadernos del pensamiento, este texto de Althusser realmente vale la pena, describe admirablemente bien como una sociedad reproduce sus modos de producción con lo que llama aparatos Ideológicos del Estado... y esto salió de aportes de Freud y Lacan. Con esto quiero significar qué distintas lecturas pueden hacerse de una concepción teórica. Sí coincido plenamente en el deseo que nuestros intelectuales asuman su ser políticos,
y su rol de hacer pensar (no de "enseñar") porque si ellos no lo hacen serán las Susanas, Mirthas o Marcelos.
Estoy de acuerdo con Sujeto de la Historia en rescatar de este texto el reclamo a los intelectuales de ser lo más conscientes posible de su inserción en el sistema del cual hablan.
Por lo demás se le podría aplicar al texto la frase de Descartes: toca las apariencias (de la actividad intelectual) pero no su realidad. Presenta problemas (o errores) "de hecho" y "de derecho".
Entre los primeros están las definiciones suscintas que intentan resumir lo escencial de las distintas ciencias y disciplinas que menciona. Y ya se sabe que "el que mucho abarca poco apreta" .
Lo más grave es la mención a "Norman Husserl" como creador de la Semiótica. Edmund Husserl (no Norman) se asocia a la Fenomenología, en tanto la Semiótica se atribuye a Ch. S. Pierce. En fin.
El problema "de derecho" está en el paso del ámbito de las ciencias y de los intelectuales al de los diarios y su tratamiento falaz e interesado de la pobreza. No queda claro cuál es la relación lógica o de correspondencia entre unos y otros. Si por algo se caracterizan nuestros medios masivos es por la escasa presencia de intelectuales o científicos sociales en sus columnas. Con la posible excepción de Beatriz Sarlo, cuya actividad periodística prolongada (con los consecuentes cambios ideológicos) daría para una interesante tesis de licenciatura.
Aquí es donde debo señalar mi disidencia parcial sobre Althusser: su idea de que los "aparatos ideológicos del Estado" (como la Escuela, la Iglesia, etc), en tanto transmisores de la ideología dominante, forman "sujetos sujetados" a ella, es válida siempre que no se la absolutice. Si no, entraríamos en una aporía, por la cual estaríamos incapacitados para "ver desde afuera" críticamente al sistema que nos ha formado.
El tema es tan viejo como la crítica del joven Marx al "materialismo objetivista" de Feuerbach y los Jóvenes hegelianos y se repite con el "Empiriocriticismo" que criticó Lenin.
Lo que es válido para la población general no es obligatoriamente así para los científicos e intelectuales, sobre todo cuando cuando hablamos del conocimiento como producto colectivo, no ya de pensadores aislados.
Un problema homólogo ( lo dejo como interrogante) se plantea con algunas formulaciones lacanianas sobre el Inconsciente, como la de que "soy donde no pienso", ya que "algo" ocurre en el curso de la labor analítica hacia la progresión (asintótica, tal vez) de la autoconciencia que -de otro- modo- sería absurdo encarar. Aún considerando que la "autoconciencia absoluta" es imposible, se trataría de un "fracaso productivo" ¿no?.
Si bien Althusser decía inspirarse en los análisis de Gramsci sobre los "intelectuales orgánicos" de las clases dominantes, su sistematización abstracta parece haber perdido los matices dialécticos del problema. Quien sí ha trabajado mucho en ese sentido fue Bourdieu con su concepto de "habitus" y su sociología del microcosmos académico. Saludos.
Hola Bob, un gusto leerte.
No quise hacer de los AIE de Althusser, un absoluto. Sólo aportar un elemento para pensar cómo la sociedad trata de formar sus propios modos de reproducir cierto estado de relaciones existente(de las cuales los intelectuales no están exentos) Por supuesto, ésto está destinado a una eficacia relativa. Subí el texto al blog para quien quiera leerlo.
Con respecto al "soy donde no pienso", mi humilde visión - más clínica que teórica- es que, en el curso de un análisis se producen encuentros con la verdad del sujeto, con la emergencia evanescente del deseo. Se abre así lo que Freud llamaba la otra escena. son momentos puntuales, privilegiados. Ahora bien, de ahí a la progresión de la autoconciencia... sería una cuestión a pensar mucho antes de poder responder.
Un abrazo
Sujeto: es muy generoso de tu parte dejar en suspenso (en lugar de rebatirla, como se merece) una frase tan idealista como la de "progresión de la autoconciencia". Ella sólo demuestra hasta qué punto nos (me) cuesta desprenderme en la práctica de conceptos que ya he aceptado como insuficientes o erróneos. Es todavía mi "obstáculo epistemológico" para asumir realidades dolorosas.
Una de esas realidades es que el primer paso para reconocer el grado de extensión social de la subjetividad dominada es reconocer el "plus de goce" que la sostiene en las masas (y aún me cuesta escribirlo).
Tal vez esa sea la clave de la operatividad de los diferentes "realismos políticos" frente a los repetidos fracasos de las militancias "liberadoras".
En ese sentido, estos años de kirchnerismo me han permitido valorar mejor las virtudes del Peronismo como transacción compensatoria frente a dolorosos fracasos históricos como el del "ascenso revolucionario" del 69 al 73. Ojalá podamos aportar un grano de arena hacia su mejor comprensión. Un abrazo.
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