Nuestro corresponsal en Cabildo no trepidó en arriesgar su buen nombre y reputación para acercar a nuestros lectores el testimonio irrefutable.
Los protagonistas, con el atuendo que la ocasión exigía, declararon posteriormente en forma lacónica las impresiones de la jornada:
El oidor Aníbal F., muy exaltado, no dejaba de repetir: "Es para Magdalena, allá en Boston".
Compungido, en cambio, el veedor Eskenazi expresó en alemán antiguo: "Veisz Mir, Tátele me mata".
El comandante Lorenzino lo consolaba: "Los considerandos son inatacables, ningún juez te va a dar bola, Seba. Andá a ver si Thomas Griesa te escucha, pero lo dudo, ché."
Con gesto adusto, mientras tanto, el Generalísimo Conde de Brufau ensayaba el discurso que deberá pronunciar antes Su Majestad: "Excelencia, hicimos lo que estaba a nuestro alcance, pero conste que los elefantes no llegaron".
El mariscal Kitzlov, ante la pregunta de nuestro corresponsal sobre las bondades del acta firmada, respondía, fiel a sus orígenes: "¿Y qué tiene de malo que vayamos ahora por el Palacio de Invierno? ¿A usted qué le parece?".
Por último, atusándose el mostacho, el Teniente General DeVido sonreía satisfecho mientras relataba pormenores de las acciones que condujeron a la Capitulación: "Se rindieron sin disparar un tiro, con unos mangos los arreglamos".
A medida que nuestros chaskis vayan llegando, proporcionaremos más información a nuestros pocos, pero fieles seguidores.
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