Por un lado, Lucas Carrasco, kirchnerista, que critica el programa oficialista 678 por utilizar palabras como "nazi" o "fascista" demasiado libremente. Por el otro, el bloguero antikirchnerista Quintín, que a lo Elisa Carrió compara una y otra vez (la última, aquí) al ex-presidente Kirchner con Stalin, responable de la detención, la tortura y/o la muerte de millones de personas. Por un lado, la crítica a la utilización, en cualquiera de sus variantes, de la falacia llamada "reductio ad hitlerum". Por el otro, el uso ad nauseam de ese recurso. Por un lado, la puesta de límites. Por el otro, el todo vale. Con semejante ejemplo, seguir pensado que la moderación vive en el campo de la oposición es un síntoma de humptydumptysmo agudo.
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