jueves, 24 de marzo de 2011

Lo que la Plaza nos reclama

Dejar algún tipo de testimonio un 24 de marzo es un imperativo ético; fecha ante la cual no cabe la indiferencia, plantea un problema adicional: ¿qué más decir, qué de nuevo, de distinto decir a 35 años del inicio del horror ? Ya muchos compañeros y compañeras han escrito muy bien sobre ello, no nos parece posible evitar las repeticiones. ¿Qué decir, pues ?

Entonces recordé algo escrito en Abril del año pasado, que quiso ser una suerte de elogio de nuestra Plaza de Mayo, esa que nos convoca y nos cobija, entre otras ocasiones, cada 24 de marzo. Y me pareció pertinente y oportuno volver a publicarlo tal cual, aunque por su fecha aún no se había producido la muerte de Néstor Kirchner, que la tuvo por templo, porque refleja, para mi, el espíritu de esa Plaza a la que hoy vuelvo aunque nunca me haya ido.


Lo que la Plaza nos reclama (29/04/2010)

Si hay un lugar en el mundo donde siempre se puede ser argentino, es en su superficie.

Dondequiera se esté, evocarla es trasplantarse, echar raíces.

Se me ocurre que tiene una secreta vida propia, y más aún, el don de la memoria: ante su mirada atenta, los hechos se convirtieron en el relato que nos funda.

Parturienta de la historia, en su seno se festejó la victoria sobre la rubia albion y se produjo el grito libertario de 1810. Presenció gestas populares y golpes de cipayos.

Lugar en donde la masa se hizo pueblo rescatando a quien supo y quiso dignificarlo; donde un balcón se convirtió en el centro del universo y quienes vivaban a su líder aprendieron que allí estaban juntos, no amontonados.

Conoció de renunciamientos, de bombardeos cobardes, del odio desatado, de la prepotente usurpación del poder popular. Cuántas veces, cuanta infamia.

Sufrió la más oscura de las noches, la de los asesinos, sedientos de sangre joven, sea de quienes luchaban por un país más justo, sea de los inmolados en el Atlántico Sur en nombre de la eternización en el poder de los perversos.Conoció el día después de la larga noche, las felices pascuas, los pactos ruines. Los pobres empobreciéndose hasta límites insospechados, los ricos enriqueciendo hasta lo obsceno.

En el inicio del nuevo milenio, retorno de las muertes por viejos motivos: la inequidad extrema que estalla. El helicóptero sube, las persianas de las industrias bajan, los templos del dinero se cercan.

Madre-Plaza, también ella supo, a partir de la ausencia, crear madres y abuelas. Y en el mismo acto, crear hijos y nietos. Que somos todos nosotros: pueblo.

Hijos y nietos de tanto sufrimiento, de tanta postergación, de tanto sueño trunco, por la muerte, por la vida injusta, trunco por la falta de oportunidades y la sobra de necesidades.

Pero nos estamos pariendo. De Moreno y Castelli. De Alem, Yrigoyen. De Perón y Evita. De Scalabrini Ortiz y Jauretche. De Ernesto Che Guevara. Y de tantos otros que fueron marcando una huella que seguimos. Nos reunimos con Artigas, Bolívar, Tupac Amaru. Nos encontramos con San Martín; Belgrano, Juana Azurduy .Con los pueblos originarios, con los desheredados. Volvemos a ser lo que nunca debimos abandonar: nuestro ser latinoamericano.

Por ellos, por todos ellos, hoy estamos luchando porque la justicia llegue, aunque tarde, pero llegue. Y que alcance a uniformados matadores y a los civiles que los llamaron. Cada uno de ellos supo matar a su manera.

Por eso hoy la lucha es porque ningún pibe tenga hambre, que sus padres tengan trabajo digno, acceso pleno a la salud, la educación, a la cultura, a la igualdad de oportunidades.

Que no se engañen los soberbios y sectarios de discurso dominante, único e iluminado. La tarea del campo popular es hoy la unidad en la diferencia, la fecunda tensión de las ideas, y no el desvitalizado consenso, el vulgar acuerdo de cúpulas propuesto como paradigma de lo democrático.

La Plaza de los argentinos, nuestra plaza, lo reclama. Nos reclama: igualdad, inclusión, dignidad.

Quien quiera oír, que oiga.

1 comentario:

Eva Row dijo...

Sujeto! recuerdo perfectamente este post. Hiciste bien en ponerlo de nuevo. Es hermoso.
Me puse a pensar que tal vez nos hemos cruzado y ni siquiera nos conocemos las caras. No puede ser. Hay que conocerse. ¿No te parece?