sábado, 12 de febrero de 2011

Descubriendo el sentido de un comentario

No sé si a ustedes les ha ocurrido en alguna ocasión: muchas veces siento la necesidad de escribir, aunque no tenga un tema que me convoque específicamente, o un hecho puntual del que quisiera dar testimonio. No, solamente esta pulsión, este empuje, que choca contra el blanco de la pantalla; como su satisfacción se dará en el acto mismo de la escritura, será en este mismo recorrido que terminará definiendo su objeto: en realidad, uno no busca, encuentra. Arriesgo un hipótesis: si esto es así, es porque algo reclama ser dicho.
Leo, en el imprescindible blog de Eva Row, una historia que me conmueve, y que les recomiendo calurosamente lean en el link: historia que trata sobre el holocausto, de familias y afectos perdidos, encontrados, ocultados, donde se fueron produciendo distintos modos de atravesarlo y sus desenlaces, pero todos sobre un fondo de horror, que me hizo escribir como comentario: "cada uno hace lo que puede con lo que tiene a mano".
Frase común, si se quiere, resignada, acaso excesivamente comprensiva de los límites, porque hay allí, en mi comentario, algo disonante: con lo que tiene a mano. Entonces, ¿habré emitido -sin proponérmelo- un juicio de valor sobre las actitudes del relato ? ¿Por qué, siendo una situación en extremo dramática, este extraño y hasta banal "a mano" ? ¿Qué podrá ser, en ese contexto, el "a mano"?
Creemos, entonces, encontrar el camino de vuelta. Cuando leí el texto, pensé al papá de Eva teniendo un plus de sufrimiento respecto al de Rita: el haber ocultado, no reconocido, a su hija Golde, quien había sobrevivido al horror, el haber cedido al requerimiento de su nueva esposa de renunciar a esa paternidad. El papá de Eva había renunciado a hacer lo único de todo ese destino trágico que estaba en su mano: ser también el papá de Golde.
Esa deuda fue pagada con sufrimiento y depresión.
Se aclara, así, el sentido de la frase. Pero aún nos podría estar esperando algo más, y es ver qué otros caminos nos han ido llevando a este punto, y confluyendo: días atrás, en el excelente blog del amigo Dormidano, teníamos oportunidad de leer que el gobernador salteño justificaba la muerte de unos niños de pueblos originarios por su negativa cultural a ir al hospital donde los autores del blog habían encontrado otras causales; y en Página/12, las historias de un juez (Miret, colaboracionista) y un cura (Mijalchyk, delator), personas con poder e influencias en sus respectivos lugares, pudiendo refrenar la locura homicida de los torturadores, hicieron lo que estaba "al alcance de su mano" para engrosar el festín criminal.
Al principio decíamos que uno no busca, sino que encuentra, y que si esto es así, es porque hay algo que reclama ser dicho. En el Inconsciente freudiano no es necesario ser culpable para experimentar este sentimiento. Con toda seguridad, los reproches que se ha dirigido a sí mismo el sujeto que escribe estás líneas, por no haber escrito nada sobre las muertes de José León Suárez , estando en su mano poder hacerlo, han ocasionado este escrito.

3 comentarios:

Eva Row dijo...

Sujeto, me dejaste perpleja, no imaginaba el rumbo que tomaría en este post tu pulsión a escribir, inspirado en un punto de mi post. Muchas veces te dije que te admiro, que me resulta bellísimo y sustancial tu texto, y me da pudor repetirlo, pero no puedo hacer otra cosa. Es un placer leerte, y es un tiempo de ganancia. Lo leí tres veces y seguro lo voy a volver a leer. Gracias Sujeto.

Sujeto dijo...

Hola Eva
Me alegro que te haya gustado. La historia que contaste me conmovió, y provocó, en el comentario que hice, que yo dijera "en un más allá" de lo que pensaba, hubo la aparición de algo del orden de lo inconsciente.
El post en sí es el análisis que hago para llegar a entender qué pasó ahí.
En fin, sirve para ver que siempre detrás de lo que se escribe racionalmente, hay un "otro escenario" que aostiene.
Un Abrazo, y el agradecido soy yo.

Sujeto dijo...
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