viernes, 20 de mayo de 2011

¿Se viene el estallido?

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Es necesaria una Revolución Ética. Hemos puesto el dinero por encima del Ser Humano y tenemos que ponerlo a nuestro servicio.
Somos personas, no productos del mercado. No soy sólo lo que compro, por qué lo compro y a quién se lo compro.

Por todo lo anterior, estoy indignado. Creo que puedo cambiarlo. Creo que puedo ayudar. Sé que unidos podemos.
Sal con nosotros. Es tu derecho.

Así termina el manifiesto de la plataforma Democracia real ya, los famosos indignados de la sociedad española.

¿Y esto qué? ¿Va en serio?
Ya nadie confía en los políticos, ya nadie confía en los sindicatos, sólo falta que empiecen a gritar que se vayan todos... Así empezó en Argentina a fines de los '90 y estalló en 2001. Mucha gente empieza a preguntarse si esto va camino de terminar del mismo modo.
Antes que nada debería quedar claro que quienes están en la calle no son sólo los jóvenes. Son los más ruidosos, es posible, pero muchísima gente de 30 años, 40, incluso más están también allí, codo a codo con ellos.

Permítanme decirles que si leen la situación de España en términos argentinos no van por buen camino. Tiene muchos puntos en común, es verdad, el tema económico claramente, que como resultado de años de políticas neoliberales, pero sobre todo la destrucción de la capacidad de decisión del estado, ha resultado en la degradación de la calidad de vida de millones de españoles, afectando fuertemente a la juventud.
Aquí conviene resaltar que, pese al obstinado ocultamiento de los medios de comunicación adictos al régimen del mundo libre (de justicia), el modelo de solución de la crisis islandés se difundió entre la población española, básicamente gracias a las redes sociales. Y se empieza a escuchar con insistencia, afortunadamente, que la definición de salida de la crisis en la que se encuentra España, debe seguir el ejemplo islandés.
Sin embargo en términos políticos es un poco más complejo. Evidentemente los españoles, aunque somos primos, son un poco diferentes, básicamente producto de una historia y una memoria histórica también diferente.

Leemos a José Manuel Campa, secretario de Estado de Economía, decir muy suelto de cuerpo: "Queremos transmitir a la gente joven que éste es un proceso de ajuste necesario" y que "su situación económica mejorará en 10, 20 y 30 años", después de insistir en que el Gobierno "está haciendo todo lo posible para salir de esta situación".

La oposición política, el PP, un partido de derecha, impulsor original de las políticas económicas que han llevado a España al sitio en el que está, parecen creer de acuerdo a sus declaraciones que pueden rentabilizar en términos electorales esto, ya que especulan con un alto abstencionismo.

Es posible que la clase dirigente española, y claro, como no, entre ellos los políticos, no estén entendiendo el mensaje.
Es atinado preguntarse qué va a pasar cuando el pueblo vote (o no) al PP o al PSOE y sigan padeciendo las consecuencias del capitalismo financiero del PP o del PSOE. ¿Un 2001 español?

Para hablar en términos de política argentina, estamos en un estadio que se puede equiparar a los finales de los '90, cuando el voto a Clemente, etc. Me parece francamente un disparate comparar esto con el 2001, aún falta mucho para eso. No digo que no lleguemos allí, pero aún no estamos en esas. Claro que, si la política sigue en la suya, como pinta que será, en cualquier momento estarán unos cuantos más en la calle gritando: "qué se vayan todos".

Hoy no se vislumbra ninguna figura con capacidad de encauzar los sentimientos de los que están en las calles de España, a lo largo y ancho del estado. El portavoz de este movimiento, Miguel Arana no parece querer capitalizarlo. Algunos políticos de la izquierda están intentando posicionarse. Por ejemplo algunos líderes de grupos de izquierda radical están llamando a la abstención de cara a las elecciones del 22M, pero no hay indicios de que estén en condiciones objetivas de lograrlo.

Nosotros ya lo vivimos, y sabemos muy bien que la abstención y el voto impugnado a propósito no conduce a nada. Los españoles aún deben hacer su propia experiencia. Además, estas elecciones son municipales, con lo que el tema ideológico queda un poco de lado. Las próximas, que serán las generales, esas ya serán otra historia. En ese momento el movimiento que se está gestando habrá cuajado, o se habrá evaporado ante la incapacidad de darle un cauce orgánico, y eso tendrá mucha más influencia de lo que muchos esperan.

Esperemos que este movimiento incipiente no se diluya, y la sociedad española no regrese al pasotismo habitual, sólo sacudido cuando no pueden fumar en un bar, o superar los 110Km en la autopista. Ojalá.
De momento ya empezaron a caminar, y por lo que veo esto que empezó es sólo el principio. Por cierto hay gente que está poniéndole mucha garra. Sobre todo la juventud, evidentemente.
Francamente creo que podemos afirmar que el dado, es un buen primer paso.





lunes, 2 de mayo de 2011

Sobre "no entender" el peronismo.

5 comentarios:

Soy peronista. Y esa es una entre muchas razones por las cuales no soy un iletrado. El gorilismo vernáculo ha hecho malabares conceptuales para endilgarle a los peronistas el epíteto de brutos. Como el mismo adjetivo se aplica mundialmente a los negros, todo queda dicho en "negro peronista". Y algunos negros y algunos peronistas terminan por hacer suyos los argumentos del amo. Así es como terminan por considerar que cualquier cuestionamiento razonable al peronismo está motivado por el no entendimiento del peronismo. Como si se tratara de una cuestión mística, o futbolera. El hincha de Estudiantes no "entiende" la pasión del hincha de Gimnasia, que celebra a un club que no ha ganado siquiera un campeonato de la B. Problema resuelto.

Se suma a lo anterior una pulsión básica de todo sujeto: la seducción de poseer un conocimiento oculto, inaccesible al no iniciado. Ser peronista sería, en este caso, como ser masón, o saber que los amos del mundo son una raza reptiliana venida de Alfa Centauri. Nosotros sabemos, ellos no. He visto cosas que tus ojos no podrían creer... Si uno es un adolescente, obedecer a esta pulsión para diferenciarse del resto mediante una identificación tribal, es comprensible. Si uno dejó atrás la adolescencia hace unos años, debería ser vergonzoso el intento de demostrarse poseedor de un arcano inaccesible a los extraños.

Y la verdad es que no hay mucho que entender del peronismo como doctrina. Explicar el fenómeno es otra cuestión, esa sí, inabarcable. Pero mucho más académica. Pretender que sea difícil entender el peronismo es un insulto a la inteligencia y al propio peronismo. No fue concebido como un movimiento que requiriese enormes cuotas de esfuerzo intelectual. En lo más básico de su formación, hay una palabra que solía decir Perón casi como muletilla: ¡natural!. Porque tan natural como es el lenguaje para los humanos, lo es la organización para alcanzar metas. Esto no lo descubrió Perón, y ni siquiera Marx, que ya lo había dicho antes.

Si se quiere leer el corpus teórico sobre el cual se asienta, se puede sin demasiados esfuerzos. No son escritos iniciáticos a los cuales se accede luego de un rito en catacumbas. Las 20 verdades peronistas y el Manual de conducción política. De nuevo: pretender que cualquiera de estos escritos es difícil de entender es insultante.

Hay algo más, por supuesto: la práctica. Y la práctica no determina tanto el entendimiento, como la aceptación. Y ese es el punto que quienes acusan de no entender no entienden.

¿Cómo explicar a la vez el marco teórico y la práctica?.

Creo que la mejor forma de explicárselo a alguien "de afuera", es dar una mirada, precisamente, desde afuera, aunque no tanto. Perón era, suele decirse, hegeliano de segunda mano. Esto se debe a que los manuales de estrategia militar con los que se formó (¿hace falta recordar su formación militar?) eran todos de autores hegelianos. Perón, en su juventud, entendió a Hegel a partir de esos manuales. La filosofía de Hegel es una filosofía del devenir (¿les suena movimiento?). La primera de ese tipo. Las anteriores, eran estáticas. Hegel intenta comprender el proceso de cambio como subproducto de fuerzas contradictorias. Para que surja la síntesis son necesarios dos opuestos: la tesis y la antítesis. Esto tiene profundas implicancias, no tanto por lo que hay que entender, como por lo que hay que aceptar. Hegel pone como ejemplo la Revolución Francesa (1789), que en sí misma fue sangrienta (tesis); la respuesta de la Historia fue el período conocido como El Terror (antítesis); luego siguió la bonanza y consolidación de los avances logrados (síntesis). Es decir: si queremos la síntesis, tenemos que digerir un par de sapos. Esta manera de analizar la realidad se denomina "positivismo moral". Es, en sí misma, un sapo. Positivismo moral implica que lo que es, es bueno porque es. Si fuera malo, no sería. Si aún así, es malo, será combatido por su antítesis en el momento oportuno, y luego será otra cosa, que nuevamente, será buena mientras dure. Insisto: es difícil de tragar, no de entender. Hay otra manera de expresar el positivismo moral: "la única verdad es la realidad" (nota al margen: recomiendo "La revolución es un sueño eterno" de A. Rivera, donde se responde a esa frase desde la izquierda jacobina con "la realidad no es la única verdad").

Las consecuencias del positivismo moral son de larguísimo alcance, y el motivo por el cual se suele criticar al peronismo desde la izquierda. Si en un momento dado, para alcanzar el objetivo, hay que aliarse a Clarín, nos aliamos. Y al día siguiente los enfrentamos, para movilizar la realidad. Lo peor que puede ocurrirle a un movimiento es la parálisis (no, no es chiste). Si se necesita una burguesía nacional, nos aliamos a unos cuantos oligarcas con deseos de invertir y hacemos crecer a otros tantos pequeños burgueses hasta que ellos mismos sean el enemigo a batir. Si lo mejor que tenemos en efectividad en Buenos Aires es Scioli, vamos con Scioli. Hay mejores, pero no los vota nadie. Y si hay un disenso interno (los hay todo el tiempo) se decide cuál es la línea ganadora (normalmente, la presidencial). Y todos se encolumnan detrás (acá se ve la formación militar de Perón), incluso quienes no están de acuerdo. ¿Por qué? porque si ganó en un momento dado esa línea, es buena hasta que se demuestre lo contrario (tesis-antítesis). Lo contrario es lo que hacen esos que Carrasco llama "renovadores de la política": a cada disenso se abren y fundan un nuevo partido, atomizando más y más la fuerza de sus bases, hasta verse en la obligación de formar alianzas con cualquiera para conservar algún peso político. El peronismo pelea desde una posición de fuerza, precisamente evitando esa fragmentación. Se los podrá criticar por malos, feos o sucios, pero sigue siendo aún hoy la única fuerza capaz de transformar la realidad. Y esto desde 1945.

Y si no se entiende, es que se tiene un problema cognoscitivo serio.

Pero debo hacer una salvedad sobre las razones por las cuales alguien puede agitar el (no) entendimiento del peronismo: orgullo. Y comparto eso. Suele decirse (esto también está en el Manual...) que a los políticos les conviene una masa inculta, porque pueden llevarla adonde quieran. Lo cierto es que el peronismo fue la única fuerza política con poder electoral que se ocupó en educar a la masa. Esto lo aprendió Perón de los anarquistas que le dieron forma a las luchas populares a comienzos del siglo XX (la mayor parte de los clubes de fútbol y bibliotecas populares que aún perduran, fueron fundados por anarquistas). Porque es mucho más fácil conducir a una masa que conoce los objetivos y está capacitada para comprender los aspectos tácticos de una lucha, que conducir a una masa informe que sigue su primer impulso. Esto lo entienden también -y lo envidian- las fuerzas políticas que son incapaces (o consideran inconveniente) de educar a sus partidarios. De allí la recurrente acusación de clientelismo y compra de votos que se le hace al peronismo. De allí la demonización de La Cámpora, ante la imposibilidad por parte de los políticos que militan en horario central de TN de formar algo similar, debido a que sus objetivos son inconfesables. Puede verse -si uno tiene un rapto de masoquismo frívolo- en youtube un video de Macri arengando a la "juventud PRO". "Vamos los jóvenes", es todo lo que puede decir.

Esa masa que entiende la política, es la que suele verse en estos blogs defendiendo decisiones como la Ley de Medios o la reestatización de las AFJP. También puede encontrarse la otra, la que, por falta de formación o vocación política, apenas si balbucea un discurso moral: cualquier decisión política estaría opacada, según estos otros comentaristas, por tenebrosas intenciones ocultas, o por algún otro problema que todavía no se ha resuelto o tan siquiera enfrentado. Pero en este caso ya no hablamos de entender o no el peronismo, sino de entender o no la política. Una visión estratégica, versus una visión anecdótica (pudo verse en la discusión Dolina-Pinti).

Finalmente, como Perón entendía al movimiento bastante mejor que estos cancerberos del peronismo que repiten su monserga "no entendés al peronismo, no entendés al peronismo"; incorporó, literalmente, a todos. Es memorable ese reportaje en que acaba diciendo: ah, peronistas son todos. También los que cuestionan desde la izquierda o los que pujan por un corrimiento a la derecha. Porque la idea de un movimiento es incorporar en sí todas las contradicciones (de nuevo: tesis-antítesis), para que en cada momento dado surgiera un conductor capaz de representar el -perdonen el barbarismo- momento sintético de la sociedad. ¿Es malo? ¿Es bueno? Hegel respondería: es.

Una última acotación (ya me arrepiento de haber empezado a escribir sobre el peronismo; no voy a terminar más). Desde la izquierda más cercana a los escritos de Marx, los cuestionamientos que suelen hacerse lindan con lo ridículo. Primero: Marx pensó una teoría para el centro. La periferia -nosotros- permaneció como una incógnita en los escritos de Marx. Fue Trotsky quien analizó la realidad política de los países periféricos. Y lo hizo bien: en nuestros países, la presión imperialista opaca el poder de la burguesía nacional, por lo cual nuestros gobiernos adoptan dos formas de bonapartismo. Un bonapartismo reaccionario, que se apoya en las naciones imperialistas para oprimir a los trabajadores, y un bonapartismo progresivo, que se apoya en los trabajadores para enfrentar la presión imperialista, cuyos representantes son la más alta burguesía de nuestros propios países periféricos.

Doctrinariamente, no sólo no es difícil de entender. Ni siquiera hay mucho que entender.